En estos días millones de jóvenes habrán finalizado sus estudios universitarios, los que hayan elegido la Universidad, o hayan acabado los diferentes módulos de Formación Profesional; y habrá millones de jóvenes que se ven en el punto de escoger los estudios que van a realizar en los próximos años y que determinará su futuro laboral. Muchos de los jóvenes tendrán clara su vocación y empleable o no decidirán cursar esa carrera o formarse en ese oficio que les apasiona; otros, buscarán lo que más salidas laborales tenga; y otros muchos no podrán hacer estudios superiores porque no tienen recursos para ello o porque tienen que trabajar sí o sí para poder mantener a su familia. Cuántos padres hipotecan sus vidas para que sus hijos puedan forjarse un futuro laboral.
Los jóvenes actuales viven en una sociedad compleja y con mucho ruido que hace difícil saber qué hacer. Aunque todos los tiempos son particulares y son únicos, la sociedad del siglo XXI, tan mediatizada, tan consumista, invita a la inmediatez en todos los sentidos. Hay jóvenes –según diversos análisis- que elegirán qué van a estudiar según las condiciones laborales del sector al que se van a dirigir. No tanto ya por el salario o la categoría del puesto, sino en función del nivel de sacrifico personal que habrá.
La Generación Z –que ahora accede al mercado laboral- valora en los empleos el que se tenga tiempo libre, que los fines de semana no se trabaje o que no haya turnos de trabajo. Se buscan criterios que prioricen el bienestar y se respeten la autonomía de cada uno. Y otros muchos desean la estabilidad laboral y la seguridad, con el empleo público.
Los jóvenes –y no tan jóvenes- ven el trabajo como una forma de sobrevivir. Vemos cómo personas que se denominan influencers que no saben cuál es su oficio ganan dinero de una forma sencilla aparentemente; cómo las redes sociales acercan un modo de vida atractivo, en el que las marcas pagan millones por su promoción, y cómo los jóvenes encuentran referentes en personas que van modelando sus gustos, sus intereses y hasta su forma de pensar y de hablar. Tanto que se habla de “conexión” con los influencers, algo que también ya saben las marcas porque saben que si lo dice o lo lleva el influencers hoy es garantía de éxito.
Es un panorama tan complicado que no invita a una reflexión profunda sobre ¿Y yo qué quiero ser de mayor? ¿Qué sentido le voy a dar al trabajo? Porque el trabajo nos dignifica a cada uno y nos transforma a cada uno. A lo largo de nuestra vida laboral hemos ido viendo casi sin darnos cuenta cómo hemos ido creciendo, cómo hemos madurado y cómo nos hemos ido transformando, añadiendo valor añadido a nuestras vidas.
El trabajo es un derecho fundamental al que tenemos que tener acceso, y todos tenemos que luchar para que se garanticen los trabajos dignos y las condiciones laborales que permitan el desarrollarse y vivir dignamente. Es un bien fundamental para el ser humano, esencial para su dignidad y desarrollo integral. Por eso, necesitamos recuperar en este mundo globalizado el sentido del trabajo, viendo el trabajo como un servicio a la comunidad y a nuestros entornos.
Todos tenemos una misión y todos somos útiles. Nadie más que nadie porque todos somos iguales. La persona que está en la limpieza porque está ayudando a que los demás podamos disfrutar de un entorno limpio y saludable; el profesional de la medicina porque contribuye a que nos encontremos mejor; el profesional del comercio porque nos ayuda en lo que necesitamos; el profesional de la educación porque contribuye al futuro de nuestros hijos…Todos sabemos cuándo hay amor en el trabajo que realizamos o cuándo simplemente estamos para poder sobrevivir en esta sociedad tan oscura. Descubramos el verdadero sentido al trabajo: empleadores y empleados.
GRUPO AREÓPAGO
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