Con un obispo mártir en el pecho

Cuando el pasado 8 de mayo el papa León XIV salió al balcón tras ser elegido por los cardenales reunidos en el cónclave, varios detalles llamaron la atención. En primer lugar, el haber recuperado las vestimentas tradicionales que los papas utilizaban para esta ocasión, como eran la esclavina de color rojo, el roquete y la estola en la que aparecen representados los cuatro evangelistas. Pero muchos se fijaron en su cruz pectoral.

Más tarde se supo que esta cruz, que le había sido regalada por los religiosos de su orden de los agustinos el día que había sido hecho cardenal, realmente es una cruz relicario que en su parte trasera guarda las reliquias de san Agustín y su madre santa Mónica, del arzobispo valenciano también agustino santo Tomas de Villanueva, del obispo italiano Giusepe Menochio y del obispo español Anselmo Polanco Fontecha.

Anselmo Polanco nació el 16 de abril de 1881 en Buenavista de Valdavia, pueblo de la provincia de Palencia. El 1 de agosto de 1896 recibía el hábito de los agustinos tras varios años de formación en el colegio de esta orden en Valladolid. Después de recibir formación en Alemania, fue nombrado prior de la orden para la provincia de Filipinas, razón por la que tuvo que viajar a las misiones agustinas de Filipinas, China, EE.UU., Colombia y Perú.

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El 21 de junio de 1935 fue nombrado obispo de la Diócesis de Teruel por el papa Pío XI. El lema episcopal elegido fue “Me gastaré y desgastaré por vuestras almas”. Vivió su compromiso pastoral con verdadero celo y dedicación, como muestra el hecho de que acudiera con cierta asiduidad a los barrios más desfavorecidos y pobres de la ciudad, por donde solía pasear visitando a los enfermos y entregando limosna a los necesitados.

Siendo obispo de Teruel estalló la guerra civil. En julio de 1937 se sumó a la carta colectiva que el episcopado español dirigió a todos los obispos del mundo con motivo de la guerra, y en la que se denunciaba la situación de persecución contra la Iglesia católica. Este hecho determinó que la figura del obispo de Teruel estuviera en el punto de mira de las autoridades republicanas. Dicha contienda fue singularmente violenta en esta provincia, especialmente entre diciembre de 1937 y febrero de 1938, fechas en las que se desarrolló la batalla de Teruel. A finales de 1937 las tropas del ejército popular de la República entraron en la capital turolense. Llevando a la práctica su lema como obispo, decidió quedarse en Teruel al iniciarse la guerra civil, a pesar de conocer el odio a la fe y la persecución religiosa que se estaba desarrollando en las zonas ocupadas por el ejército republicano.

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El obispo Anselmo celebró su última misa en esta ciudad el día 1 de enero de 1938, siendo arrestado el día 8 del mismo mes, permaneciendo ya detenido hasta su muerte. Durante su arresto estuvo encerrado en diferentes cárceles de Valencia y Barcelona. El 31 de enero de 1939 fue trasladado al pueblo gerundense de Pont de Molíns. Finalmente, fue fusilado y quemado el 7 de febrero de 1939 en una zona cercana a esta localidad.

Fue beatificado por San Juan Pablo II el 1 de octubre de 1995. Actualmente, sus restos reposan en la cripta de la catedral de Teruel y su festividad se celebra el 7 de febrero.

Para cualquier católico, pero de manera especial para los católicos españoles, no deja de ser un mensaje de esperanza, que nos debería animar a la perseverancia y el compromiso público de nuestra fe, el saber que junto al corazón de León XIV descansa una reliquia de un mártir de nuestro país.

GRUPO AREÓPAGO

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