Política woke

Woke es un vulgarismo del inglés que se podría traducir por despierto, o más bien, despertado. Pone el énfasis en la toma de conciencia ante situaciones sociales injustas e ignoradas. La sociedad habría permanecido hasta ahora inconsciente de estas realidades, estaba dormida y debe ser despertada. Los activistas woke trabajan para despertar esa conciencia y reaccionar adecuadamente ante la injusticia.

El principal problema del pensamiento woke es que utiliza una lógica que elude la carga de la prueba. La identificación de la injusticia descubierta y la identidad del culpable autor se hace sin aportar pruebas concretas, sino a partir de casos particulares que se extrapolan a la generalidad.

Por ejemplo, dentro del pensamiento woke se encuadra la teoría crítica de la raza. Según esta teoría, el hombre blanco es racista por naturaleza, su relación con las demás razas es supremacista y este comportamiento es completamente incorregible. Si parece que algunos blancos no son racistas, es porque tratan de disimular, porque siempre son racistas, a veces de forma consciente, otras, de manera inconsciente. La única acción posible es culpabilizar al blanco y dar protagonismo social al resto de razas, sea este reconocimiento justo o injusto, merecido o no. Un análisis profundo de este caso se puede encontrar en el libro «Que todos sean uno en Cristo: Una crítica católica del racismo y de la teoría crítica de la raza» de Edward Feser.

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Así hay que entender el movimiento Black lives matter y su ramificación hacia el rechazo a la herencia española en América. No se derriba una estatua de Colón por lo que Colón hizo, sino por lo que es: un blanco, y por lo tanto, racista. Hiciera lo que hiciera y haga lo que haga.

El patrón de pensamiento descrito para el racismo también se puede aplicar a otros entornos. El pensamiento woke solo necesita un colectivo de víctimas, identificar un agresor responsable, y poner en marcha la máquina de culpabilización irrefutable.

Así se aplica en el feminismo: las mujeres son víctimas, los hombres son todos unos maltratadores (patriarcales), todo el que refute esa afirmación es identificado como socio de los maltratadores (aunque sea una mujer).

También para la teoría de género: los LGTBI son víctimas, los heterosexuales son todos homófobos, todo el que refuta esto es un despreciable enemigo de la verdad y la libertad.

Curiosamente, el patrón encaja con el pensamiento tradicional marxista de que los burgueses son todos unos explotadores, los trabajadores víctimas de la codicia burguesa y los que buscan puntos de encuentro entre trabajadores y empresarios no son más que colaboracionistas con el neocapitalismo. Quizá por esto, el pensamiento woke ha arraigado en amplios sectores de la izquierda política.

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Curiosamente, también ha arraigado en ambientes liberales, por sus beneficios para la estimulación del consumo. La segmentación producida por la fragmentación de colectivos es un campo abonado para la especialización de la oferta y la promoción y comercialización de nuevos productos. Además, las grandes empresas temen como un nublado la cancelación, por lo que prefieren estar del lado del acusador antes que estar del lado del acusado.

Pero en la política actual, el discurso woke ha abandonado la lucha obrera o la promoción del consumo o el progreso y se ha instalado en otra dimensión. Para la política woke, la víctima es el pueblo representado por los políticos woke, el agresor es el fascismo, y todo el que se oponga a la política woke es un fascista. El matiz que hace de este planteamiento algo sorprendente es que el político se convierte en víctima. Si gobierna, la víctima y su defensor se identifican en la misma persona, la gestión política se introduce dentro del foco de victimización y la injusticia se identifica con la oposición al gobierno woke. Eso significa que ahí cabe ya todo. Todo lo que desee el político woke debe ser promovido y apoyado. Si alguien se opone, es digno del más absoluto rechazo, si no represión o cancelación. La política woke se convierte así en un mecanismo de tintes dictatoriales.

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