Firma invitada de don Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo emérito de Toledo: «Acusaciones gratuitas»

Los que formamos la Iglesia, todos, jerarquía y los demás fieles cristianos, podemos ser criticados por muchas cosas. Y hemos de aceptar que se nos hagan críticas; también acusaciones, pero con una condición: que unas y otras sean verdaderas y no meras ambigüedades o  faltas de rigor, contrarias a la verdad. En ese caso, tenemos, como cualquier ciudadano, derecho a contestar y rechazar acusaciones, buscando, claro está, la verdad y con argumentos razonables.

                   Todo esto viene al caso de un artículo aparecido en el diario ABC (edición del lunes 21 de octubre de 2022, p. 8). El autor, Guy Sorman, escribe con relativa frecuencia en este diario en una columna llamada Diario de un optimista, que cualquier lector puede leer. Él dice de sí mismo: “Aunque no soy un gran teólogo, ni siquiera cristiano, sé que un católico, y con más razón el Papa, sabe y debe distinguir entre el Bien y el Mal y que el Diablo existe realmente. Sin embargo, el Papa Francisco no lo ha nombrado en ningún momento”. Esta afirmación viene a cuento de que, en la guerra de Rusia contra Ucrania, Sorman piensa que el Diablo existe y seguro que se parece a Vladimir Putin, y solo el Papa Francisco parece dudar a la hora de reconocerlo. Grave acusación. ¿Justa? No, por supuesto.

                   Entre todas las acusaciones que abrumadoramente se le hacen a Putin –salvo los presidentes de gobierno de Corea del Norte y Nicaragua– “¿Qué dice el Papa?”, comenta Sorman, “Poca cosa”. “Pero, ¿qué ha sido del Papa como cabeza de la Iglesia, encarnación de la moral cristiana?”. Yo me pregunto, ¿habrá leído este señor cuanto el Papa Francisco ha dicho sobre esta guerra injusta, como todas, y agresiva también contra niños, mujeres y ancianos? Recuerden que la mañana del inicio de esta guerra, el Papa fue directamente a la embajada rusa en Roma. ¿Acaso iría para decirle al embajador que Putin era un presidente honorable?

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                   Curiosamente, como en otras ocasiones, hay personas, que no son cristianas o católicas, que tienen la costumbre de decirle al Papa cómo debe comportarse como Papa; y, a continuación, acusan –en este caso al Papa, y, en otras ocasiones, a otros obispos o a los cristianos en general– de no haber tomado partido en problemas complejos y a la vez concretos. Ya estamos acostumbrados, por ejemplo, a la opinión de que hasta el siglo XX todas las guerras eran “religiosas”. Afirmación gratuita, tantas veces comprobada. Aquí se afirma la cercanía de Putin al Diablo y que el Papa no lo reconoce y, en su opinión, que el Santo Padre tiende a mantener la igualdad de trato entre rusos y ucranianos. Y que el Papa no es por ello suficientemente claro en este asunto. Todo lo cual le lleva a decir a Sorman que esto es “aún más espantoso y menos católico”. ¿Sabrá este señor qué es un pastor, en este caso universal, como el Papa y qué juicios ha de emitir sobre este o aquel problema? No. Es más, le da pie a la siguiente acusación, verdaderamente nefasta e injusta. ¿Qué juicio hizo el señor Norman cuando Juan Pablo II dijo tantas veces que las guerras en Irak no eran la solución del conflicto? Me inclino a que también criticaría esa opinión del hoy san Juan Pablo II.

                   ¿Se puede identificar a una persona tan despreciable como Putin con el Diablo? La afirmación es delicada. Siempre recuerdo que de G. Bernanos, escritor católico, se dice que, cuando visitaba alguna parroquia que no fuera la suya, buscaba al párroco y le entregaba un dinero para que celebrara una Misa por Judas Iscariote. La Iglesia no ha declarado nunca que el traidor esté en el Infierno. Es Dios el que juzga. El Diablo, sí, es insaciable por naturaleza. “De modo que la postura diplomática del Vaticano es tan inútil (llamando al diálogo para acabar la guerra) como anticatólica la del Papa”.

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                   De aquí se pasa a otra infamia: el Papa y la Iglesia Católica no apoyan a las víctimas ucranianas de esta injusta guerra. Por eso se atreve a afirmar que la postura del Papa le recuerda la trayectoria personal de Francisco y también “el pasado de su predecesor Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial”. En su opinión, el Papa desde su juventud, inspirado en la Teología de la Liberación, es antiamericano y anticapitalista; y más recientemente ha añadido una pasión por la ecología y un amor a la naturaleza con “resonancias más paganas que cristianas”. Otra afirmación mendaz y gratuita. ¿Habrá reconocido él alguna vez las tragedias que han traído al mundo un capitalismo salvaje? ¿Cuántas guerras, hambres, injusticias, holocaustos tan abominables como los creados por el fascismo, el nacismo y el marxismo-leninismo? ¿Por qué es fácil “imaginar que el Papa Francisco no siente simpatía por el lado de la OTAN? ¿Quién le ha contado esta no simpatía del Papa? ¿Será porque él pide reiteradamente que no se aumente la industria armamentística y que se emplee ese gasto en cuidar de los más pobres?

                   Y por si no faltara nada en la crítica al Santo Padre, consideren la siguiente afirmación de Sorman: “Y, para hacer memoria, siniestra memoria, recordemos el pasado infame de Pío XII. En ningún momento condenó el nazismo o el fascismo”. ¿Se puede ser más injusto con ambos Papas? Además, cae en errores históricos. He aquí algunos, que son en realidad mentiras:

                   Pío XII no firmó ningún Concordato con los fascistas italianos, como afirma este columnista. No cae en la cuenta de que los Pactos de Letrán se firmaron en 1929, con Pío XI, y el Papa Pacelli fue elegido en 1939.

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                   Con los nazis, “los dignitarios del Vaticano mantuvieron relaciones corteses desde el principio hasta el final de su reinado (¿de qué reinado?), considerando sin duda que Stalin era aún más diabólico que Hitler”. No da ninguna prueba sobre estas “relaciones corteses” de los dignatarios del Vaticano con los nazis. No las tiene, tal vez.

                   No puede negar Norman que Pío XII salvó muchos judíos en Italia y en Roma, permitiendo que se ocultaran en monasterios, pero retuerce el argumento afirmando que Pío XII solo concedió su benevolencia a los judíos convertidos al catolicismo (sic). “Incluso hoy, el silencio de Pío XII (sobre el nazismo) espera una explicación”. ¿Será la que se adecúe a su manera de enjuiciar aquellos hechos? Mientras tanto, basta decir que el Papa Pío XII salvó más judíos que el gobierno de Vichy, aliado con el nazismo a todas luces.

                   ¿Son las ambigüedades del Papa Francisco las que a Guy Norman le molestan en la guerra de Ucrania o son otras que él se calla y que pueden ser el origen de esta detestable guerra? Sí, en efecto, mientras tanto el Diablo ríe.

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Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo eméito de Toledo.

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