Ha sido noticia el discurso pronunciado por el nuevo Vicepresidente de los Estados Unidos de América, J.D. Vence, en el marco de la Conferencia sobre Seguridad celebrada recientemente en Munich. Su contenido ha provocado distintas reacciones, de aplauso y de rechazo, por parte de líderes políticos y representantes institucionales de muy diferentes bandos.
Lejos de buscar analizar política o ideológicamente el mensaje transmitido, sí conviene centrar la atención sobre una de sus principales ideas-fuerza, que invita por sí misma a la reflexión a toda aquella persona que se acerque a sus palabras sin prejuicios.
En concreto, tras señalas que la amenaza a Europa no viene del exterior, sino que se encuentra dentro de sí misma, afirmó que radica en “el abandono por parte de Europa de algunos de sus valores fundamentales, compartidos con Estados Unidos”. A ello añadió algunos ejemplos para ilustrar su planteamiento, entre ellos el encarcelamiento de un hombre en el Reino Unido por encontrarse rezando en silencio a cincuenta metros de una clínica abortista, la carta remitida por el gobierno de Escocia a algunas personas advirtiendo de que rezar en casa puede ser ilegal si la vivienda se encuentra dentro de la llamada zona de seguridad por haber en ella una clínica abortista o la cancelación de redes sociales por criticar algunos planteamientos de los partidarios de la ideología de género. Son muchos más los ejemplos que podríamos añadir, no pocos de ellos relativos a nuestro país.
Si nos damos cuenta, en todos estos supuestos, hay o está en tramitación una Ley propuesta por el Gobierno y aprobada o pendiente de aprobación por el respectivo Parlamento. Y es que no deja de ser sorprendente –aunque triste– que quienes están en el Gobierno y la inmensa mayoría de los que se encuentran en la oposición, promuevan y carezcan de capacidad crítica ante la expansión sin límites de una concreta forma de ver al ser humano y al mundo contraria a la verdad objetiva de las cosas; que los ciudadanos alejados de los extremos permanezcamos inertes ante la restricción de nuestras libertades básicas; que nuestros propios líderes; que deba ser un líder político de un país ajeno a Europa quien evidencie con tanta claridad lo que está ocurriendo en nuestro continente.
La libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad religiosa, la libertad de opinión son valores fundamentales en toda sociedad democrática, su base, su fundamento. Son signo distintivo de la civilización occidental. Limitar, como se está haciendo, estas libertades, erradicando cualquier atisbo de discrepancia sobre la base de razones y argumentos objetivos, es erosionar la democracia. Esto es lo que está ocurriendo en Europa y, particularmente, en nuestro país, en los últimos años, sobre la base de iniciativas promovidas por nuestros poderes públicos.
“The voice of the people matters”, la voz del pueblo importa. Estas palabras del J.D. Vence son la clave. Gobernar exige escuchar y dialogar, con todos; supone confrontar ideas distintas, derivadas de diferentes formas de entender la realidad; implica afrontar la crítica y la discrepancia; exige contar con –y promover– espacios sinceros y honestos para que todo ello sea posible, en los parlamentos, en los medios de comunicación, en los procedimientos de adopción de políticas públicas y normas, en las instituciones. Promover el bien común exige entender qué es bien común en cada caso y ello solo es posible desde el diálogo y el entendimiento, partiendo de la búsqueda de la verdad de las cosas. Hay verdades que duelen, pero no podemos olvidar que lo contrario a la verdad es el error. Y el error se paga caro.
GRUPO AREÓPAGO
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