En estas últimas semanas ha salido a la luz que más de cuatrocientas personas viven en alguna de las terminales del Aeropuerto de Madrid “Adolfo Suárez”. Era algo sabido, pero ha empezado a ocupar portadas y titulares porque una plaga de chinches ha hecho aparición en los mostradores de facturación y en alguna otra dependencia del aeropuerto internacional.
Las administraciones no se ponen de acuerdo en quién tiene que asumir esta responsabilidad. Entre las personas que viven en el aeropuerto hay algunas con enfermedad mental, con adicciones, otras son personas sin hogar y hay también algunos que tienen un trabajo pero que no alcanzan a poder pagar el alquiler de un piso compartido. El aeropuerto les ofrece seguridad, un techo y algunos servicios que les ayudan a tratar de vivir el día a día de manera más confortable que en la calle. A poco que hayas viajado seguro que has visto a estas personas durmiendo sobre sacos, esterillas, con un bolso o maleta al lado y en alguna ocasión con paraguas abiertos para evitar que la luz les pueda despertar.
Resulta doloroso que, gracias a una plaga de chinches, se haya puesto el foco sobre ellos y quizás estemos a punto de encontrar una solución digna.
Muchos sobreviven gracias a la ayuda de algunos pasajeros, de organizaciones no gubernamentales y también gracias a su trabajo. Las autoridades aeroportuarias suelen conocer su presencia, pero en la mayoría de los casos no los desalojan mientras no generen conflictos.
Tras esta situación se dejan entrever algunas causas que son difíciles de solucionar, pero sobre las que los gobiernos nacional, autonómico y local, junto con las ONG´s tienen que trabajar con urgencia:
- Escasez de vivienda en la mayor parte de las ciudades y pueblos de España: el miedo a la ocupación hace que los propietarios cada vez exijan más requisitos para poder acceder a un alquiler. Esta escasez de oferta ha elevado enormemente los precios.
- No existen recursos para personas con problemas de salud mental que no tienen familia o cuyas familias ya no pueden hacerse cargo de ellos (padres muy mayores, dificultades graves para la convivencia, etc.)
- Las políticas de migratorias que no ayudan a que quien entra en nuestro país con el deseo de emprender una nueva vida, se vean abocados a la situación irregular por más tiempo del que sería necesario.
Este fenómeno no es exclusivo de Madrid y refleja una realidad social más amplia: la invisibilidad de las personas sin hogar y la falta de recursos de emergencia eficaces.
Vivir en el aeropuerto, aunque parezca insólito, es para algunos la única alternativa a dormir en la calle. La presencia de estas personas nos interpela sobre la necesidad de más redes de apoyo y soluciones que sean más inclusivas.
Es paradójico que un símbolo de progreso se haya convertido para muchos en una sala de espera, sin destino.
Su presencia plantea un reto humanitario y social. Vivir en un aeropuerto simboliza el fracaso de algunos de los sistemas de atención social y nos enfrenta a la realidad de los que se quedan fuera de todo. Como decía el Papa Francisco, los descartados, los excluídos.
No son pasajeros en tránsito, sino seres humanos atrapados en una espera indefinida.
GRUPO AREÓPAGO
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