¡Habemus Papam!

La Iglesia Católica vivió este pasado día 8 de mayo un momento de sorpresa, alegría y esperanza.

Después del fallecimiento del Papa Francisco se pone en marcha la convocatoria de un Cónclave y de las reuniones previas a él, en las que los cardenales intentan dilucidar quién puede ser el mejor pastor para regir los destinos de la Iglesia en un momento como el actual.

Acompañados por la oración intensa de los fieles, los ciento treinta y tres cardenales electores en profundo clima de oración, se internan en la capilla Paulina y a continuación recitando las letanías de los santos, llegan a la capilla Sixtina donde invocan al Espíritu Santo y hacen su juramento.

Realmente son hermosos los gestos, las palabras e incluso las melodías y cantos que acompañan a estos momentos tan importantes. Ninguno de ellos es casual. Son elegidos después de tiempo de oración y discernimiento. Conmueve esa imagen que además nos prepara para acoger a quien será el nuevo Papa.

Se han hecho predicciones, previsiones, incluso apuestas. Casi ninguna ha acertado. Adaptando una conocida expresión podríamos decir: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale quién va a ser (según tú, según los vaticanistas, según los medios de comunicación) el futuro Papa”.

“Dominum Robert Francis Cardinal Prevost”. Por un momento la multitud que acudió a la Plaza de San Pedro, quedó casi en silencio. Muchos periodistas tuvieron que consultar rápidamente en sus dispositivos porque su nombre no figuraba entre los “papables”.

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Ante nosotros aparece tras unos minutos de profunda expectación un hombre que, como aquel pescador de Galilea, asume ser el vicario de Cristo en la tierra y al que la emoción le hace temblar; incluso la cámara que tiene cerca nos permite ver en sus ojos lágrimas que no llegan a caer. Es el sucesor de Pedro que en sus primeras palabras y gestos nos habla de paz, de la paz de Cristo Resucitado, de una paz desarmada y que desarma, de una paz que quiere que llegue a los corazones de todos porque todos somos amados por Dios. Un Dios al que hay que anunciar, llevar a todos los rincones su noticia de salvación, sin miedo, sabiendo que el mal no prevalecerá. Un Dios que nos quiere muy cerca de los que sufren y tendiendo puentes; que nos llama a seguir siendo Iglesia sinodal e invocando a María.

Licenciado en matemáticas y filosofía, doctor en derecho canónico, ha pasado muchos años como misionero en Perú. Ser superior de la orden de los Agustinos a la que pertenece, le ha permitido recorrer el mundo y tener un conocimiento amplio de los problemas que la Iglesia, y que el mundo tiene en este momento de la historia. Además, como prefecto del Dicasterio para los obispos, la mayoría de los obispos del mundo, ya le conocen.

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Dios no da puntada sin hilo. Sabemos que este es el Papa que Él quiere para este momento de la historia. A nosotros nos toca arroparle con nuestra oración. Su sí ha sido muy generoso y nosotros debemos corresponder.

Como Pedro, el patrón de Galilea se trata de un hombre, con sus luchas, sus debilidades, sus cualidades, pecados y virtudes. Dios siempre cumple sus promesas, y sin duda le capacita para esta complicada misión.

León XIV, tú eres Pedro. Aunque muchos no te conocíamos, ya te queremos y pedimos para ti que sigas edificando la Iglesia con fidelidad y sabiduría; que seas para este mundo tan complejo y tan convulso “el dulce Cristo en la tierra” (1),que permita a todos los hombres y mujeres, encontrar en ti un referente que nos haga caminar hacia la paz, y la fraternidad, como hijos de un mismo Padre de todos que, como nos has recordado, nos ama incondicionalmente.

(1)Así se refería Santa Catalina de Siena al Papa.

GRUPO AREÓPAGO

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