La transculturación es un proceso mediante el cual determinados hábitos o costumbres se trasmiten de una cultura a otra, un proceso complejo y diverso en el que suele haber una cultura dominante y otra dominada. Hoy en día, fenómenos como el de la globalización con su incesante intercambio de personas, recursos e ideas crean un caldo de cultivo perfecto para la misma y la transculturación se convierte en un hecho.
Que se trasmitan elementos culturales no es nada pernicioso pues en líneas generales supone un gran enriquecimiento social, el problema surge cuando estos elementos se hacen fuertes y pugnan con los ya existentes. Como muestra, la archiconocida fiesta de Halloween. Su origen se remonta a un antiguo festival pagano celebrado por los celtas hace 2.000 años llamado Samhain. El festival, que tenía lugar en el Reino Unido, Irlanda y el noroeste de Francia, se celebraba el 1 de noviembre para conmemorar el inicio del invierno y el fin de la cosecha. La noche anterior se denominaba ¨all-hallow eve¨, es decir, ¨la víspera de todo lo sagrado¨. Cuando llegan los primeros pobladores a Norteamérica (ingleses e irlandeses) éstos imponen sus tradiciones, entre ellas por supuesto, esta antiquísima costumbre celta, en la que los hogares se llenan de calabazas vacías decoradas con caras grotescas.
El paso de los años y la maquinaria hollywoodense hacen el resto, convirtiendo ¨all-hallow eve¨ en un Halloween de cine, propicio para las historias de terror y los monstruos por doquier cuyo modelo es fácilmente exportable a otros países, incluido el nuestro, donde año tras año, los grandes almacenes, escaparates, cines o incluso colegios se convierten en un catálogo de brujas y vampiros.
Así y todo, cada cultura, sea dominante o no, posee sus propios elementos de referencia y la nuestra, antes de que Hollywood nos invadiera, en estas fechas celebra la festividad de Todos los Santos. Una fiesta cristiana en la que se suelen visitar las tumbas de los familiares engalanadas con flores, un momento perfecto en el que celebrar el poder de la redención y la creencia en un ¨más allᨠen compañía de nuestros seres queridos. Una celebración familiar que también posee elementos añadidos como dulces típicos o literatura ¨ad hoc¨ como ¨Don Juan Tenorio¨ o las leyendas de Bequer. En esencia, una oportunidad de ensalzar la vida por encima del terror y de la muerte.
Aventurarse en las causas que propician el éxito de Halloween no es tarea fácil pero quizás el camino más corto se encuentre en la observancia de una sociedad descreída en la que la relación con la muerte ha cambiado por completo, un cambio de mentalidad que acepta sin reserva una fiesta de gran atractivo a través de bailes de disfraces, visitas a casas encantadas o el famoso truco o trato de los niños, una sociedad que banaliza la creencia en la vida eterna.
No menospreciemos aquello que nos configura como cultura cristiana, que lo queramos o no, es de donde venimos y la que nos pertenece, más allá de cualquier préstamo transcultural. Los préstamos siempre son peligrosos y corremos el riesgo de disfrazar a Don Juan y a Doña Inés de Freddy Krueger y Morticia Adams en pos de los mismos.
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