Tiempo de respuesta ante la conjura contra la vida

La ley de la eutanasia  ha vuelto a poner de manifiesto que el derecho inviolable e inalienable a la vida se niega sobre la base de un voto parlamentario.

¿Quién son las Cortes para para decidir quién debe vivir y quién no?

 El actual sistema democrático, alegando en muchas ocasiones tolerancia, indica que puede tener cabida cualquier opción, redefiniendo las leyes generales y el sistema de valores de nuestra sociedad.

Así con este proyecto de ley orgánica de regulación de la eutanasia se modifica  el apartado 4 y se añade un apartado 5 al artículo 143 de la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, con el objeto de despenalizar las conductas eutanásicas en los supuestos y condiciones establecidos por la nueva ley. En definitiva, que el hecho de  colaborar por parte de alguien para terminar con la vida de otro, tipificado jurídicamente hasta hora como un delito muy grave y por ello con penas de prisión, se despenaliza para ciertos supuestos, pasando a ser un neoderecho.

Esta ley, como ya lo fue la ley del aborto en sus sucesivas modificaciones y como ocurre con otras tantas leyes, como las leyes LGTBI, evidencian que todo es pactable, que todo es negociable, desapareciendo toda referencia a valores comunes  en un claro relativismo.

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Esta conjura contra la vida se refuerza por la mayoría de los medios de comunicación, a disposición de ciertas ideologías ya prefijadas. Cabe  plantearse si ciertas leyes  no han sido aprobadas como fruto de manipulaciones bien calculadas, pues no deja de sorprender que cuando se lucha a todos los niveles a contrarreloj  por  evitar muertes y buscar solución a la pandemia del COVID 19, se ofrezca la eutanasia como un derecho de sociedades avanzadas.

Es urgente  por ello recuperar en nuestra sociedad el valor del sufrimiento humano y acogerlo como parte de nuestro existir terreno.  Da la impresión de que por parte de algunos, se está poniendo más énfasis en terminar con el que sufre que en aliviar su sufrimiento. Nuestra sociedad prefiere no mirar de frente al sufrimiento, busca eludirlo y ello se refleja en estas leyes contra la vida.

Es momento de pronunciarse sin ambigüedades acerca de la defensa de la vida, momento de manifestar  valentía y no temer a la impopularidad.

Urge romper  con la complicidad del silencio ante estos atentados contra la vida  y evidenciarlo en nuestros ambientes cotidianos: el maestro que enseña a sus alumnos el amor a la vida y el respeto al prójimo, el médico que atiende a su paciente como el buen samaritano y que tendrá que luchar por su derecho a la objeción de conciencia para no participar en ni un solo acto eutanásico directo o indirecto que vaya en contra de su conciencia, el abogado que se pronuncia públicamente en contra de leyes contra la vida y contra la familia y que así lo defiende ante juzgados y tribunales dando un paso al frente contra toda una ideología de género presente en nuestra legislación, el jurista que se pone en pie en contra de leyes injustas, el periodista que lucha por ser veraz en su información, los padres de familia que enseñan a sus hijos el valor del sufrimiento y a acoger al que sufre, el sacerdote que acoge al otro desde la entrega de su propia vida….

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Que cada uno busque y asuma desde su vocación personal y su particular lugar en la sociedad como reflejar esa ineludible defensa de la vida. Ante esta cuestión, no cabe la indiferencia, la cual supondría siempre pactar con la cultura de la muerte.

GRUPO AREÓPAGO

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