La palabra

   “La palabra es correo del amor/ pero también es arrabal del odio…  y ya que la palabra besa y muerde/ mejor la devolvemos al futuro” (Mario Benedetti). ¿Habrá perdido la palabra en la actualidad su fuerza y su vigor para que un representante de su más egregio trono que es la poesía la retire del presente? Algo grave sucede en nuestra sociedad cuando la palabra que es con la que configuramos el relato de nuestra vida, de nuestro sentir, pensar y actuar, de nuestra historia personal y colectiva, pierde el tren del presente dilapidando la herencia de un esplendoroso pasado.

  Pero la palabra pierde su presente cuando olvida su pasado sin recrearla y orientarla para hacer posible el futuro. El hombre es un ser de memoria pero muchos datos nos hablan en la actualidad  de que nos encontramos individual y colectivamente en una “cultura del olvido”, en la que palabras que han supuesto la base firme sobre la que se ha cimentado la civilización actual sufren un deterioro preocupante –algunas están heridas de muerte-, propiciando una crisis cultural y social sin precedentes en nuestra historia. En nuestra cultura actual fragmentada, henchida de nihilismo, relativismo, desesperanza y miedo, palabras tan fundamentales para nuestra vida como autoridad, libertad, amor, esperanza, voluntad, Dios… sobreviven tan debilitadas que apenas se las reconoce.

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La palabra también pierde su presente cuando en la vida cotidiana y social el ruido, la cólera y la furia se apoderan de ella, dañan su sentido y se convierten torpemente en dardos que nos lanzamos unos contra otros; cuando nuestro relato diario es contado por personajes falaces que no solamente las dejan vacías de contenido sino que las utilizan para herir, mentir y calumniar. Cuando en un mundo donde se han multiplicado los medios para expresarse y comunicarse, en vez de enriquecernos, por saturación, nos desinforman y empobrecen; cuando en la vida política se agita la palabra con el insulto y el desprestigio del contrario, se manipula la información, se miente descaradamente aplicando en el poder políticas diferentes a las que se anunciaron; y… cuando las ideologías desde posiciones sectarias las denigran distorsionando su sentido.

  Hay que recuperar la palabra. Nelson Mandela nos enseña el camino: “No acostumbro a usar las palabras a la ligera. Si 27 años en prisión nos han enseñado algo, ha sido llegar a entender, desde el silencio de la soledad, hasta qué punto las palabras son preciosas y hasta qué punto el lenguaje verdadero tiene su impacto en la forma en que la gente vive y muere”.

GRUPO AREÓPAGO

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