Los resultados electorales al Parlamento de nuestro país, al igual que ocurriera con el Parlamento de Cataluña, nos presentan un panorama político cargado de incertidumbres. Es obvio que el bipartidismo en el que se ha cimentado la vida política española desde la Transición, dando seguridad y estabilidad al sistema, ha muerto. El pluralismo sociocultural de nuestra sociedad ha propiciado un nuevo territorio político, fragmentado y de complicada lectura. Necesitamos, pues, salir de la situación acomodada en que vivíamos y echar mano de una pedagogía más creativa y dialógica.
Las Instituciones que conforman la vida democrática de un país son necesarias, por no decir imprescindibles. Pero cuando estas instituciones no sirven para los fines para lo que fueron creadas, o por intereses particulares se separan de ellos, entran en proceso de descomposición. En estos últimos tiempos muchas instituciones fundamentales para el buen funcionamiento de un estado democrático, como son los partidos políticos, o el poder judicial, los sindicatos y asociaciones empresariales,… están siendo cuestionadas por estas razones. Las últimas encuestas del CIS nos lo confirman. La partitocracia, la corrupción y el clientelismo no se alejan mucho de sus causas.
El conocer de dónde venimos para actuar sobre el presente e impulsar el futuro es un camino pedagógico adecuado para entablar relaciones con la realidad. Una mirada reflexiva sobre el pasado nos enseña que las instituciones sociopolíticas son un cauce fundamental para conseguir estabilidad en un mundo cambiante y plural y para promover reformas que el dinamismo de nuestra sociedad demanda; y, por otra parte, que son importantes instrumentos del Estado si sirven al bien común de los ciudadanos. Dicha mirada nos ayuda a comprender, también, que no son las instituciones sino las personas que las dirigen o coordinan, los ocupantes de los cargos, a las que hay que pedir responsabilidades.
En la actual situación política se impone el diálogo ético. Pero dialogar no es “hacer ruido”, es saber hablar y saber escuchar. Cuando el lenguaje se transforma en voces altisonantes, muy común en tertulias radiofónicas y televisivas, se le vacía de contenido; y cuando se le convierte en mercancía se transforma en publicidad engañosa, muy propia de nuestros políticos. Nuestra situación política actual pasa necesariamente por una actitud de búsqueda creativa y una ética política del consenso a favor del bien común.
Grupo Areópago
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