Ciudadanía no, ¡Personas!

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En el lenguaje político (y, cada vez con mayor frecuencia, también en el jurídico) se ha extendido en los últimos años el empleo de la palabra “ciudadanía” para referirse al conjunto de personas que forman parte de la sociedad. Especialmente se hace uso de la misma para referirse a los electores. De este modo, los dirigentes políticos se autoatribuyen el poder de interpretar, como si de un bloque unánime se tratara, el sentido del voto y, peor aún, la voluntad de los votantes.

Así se ha podido apreciar, con enorme claridad, en el debate mantenido entre Pablo Iglesias y Albert Rivera, tras el acuerdo para la formación de la Mesa del Congreso, durante el cual el primero, claramente enojado, afirma que “eso no es lo que quería la gente cuando ha votado” y que “en las próximas elecciones la gente no se va a olvidar de esto”. Al hablar así actúa como intérprete máximo y único de la voluntad de todos los votantes, desprecia la representatividad que implica todo mandato político en un Estado democrático en relación con cada uno de los miembros del Parlamento y excluye el diálogo con las fuerzas políticas que no coincidan con sus planteamientos.

Sólo cada persona sabe las razones de su voto y la finalidad por ella buscada con el mismo. A los elegidos les corresponde gestionar adecuadamente los resultados de las elecciones buscando, en todo, el bien común.

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Estamos ante una clara muestra de la despersonalización del ser humano, en este caso en su condición de miembro de una comunidad política. Y, despersonalizado, es fácilmente manipulable como miembro anónimo de la masa. Es la versión 2.0  del despotismo ilustrado, del “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”: dado que la ciudadanía, la gente, las masas no son capaces de saber lo que más les conviene, corresponde a los dirigentes políticos decidir por ellos, sustituyendo su voluntad y su individualidad.

Los ciudadanos, las personas, hemos de ser capaces de reivindicar la singularidad de cada ser humano, que es único e irrepetible, en todas las dimensiones de la vida. También en la política.

 

Grupo Areópago

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