Uno de los escenarios en los que el ser humano peor se desenvuelve es el de la incertidumbre, y, a día de hoy, es una compañera omnipresente a nivel mundial. El Covid-19 la ha traído de la mano a nuestro mundo, desequilibrando con ello toda su estructura social. A la actual crisis sanitaria, que está provocando situaciones hace meses inimaginables, le seguirá otra crisis económica, de la cual, en el momento actual, se desconocen todavía todas sus consecuencias y cómo afectará a nuestra sociedad en tiempos y modos. Lo único que se sabe es que, cuanto más dure esta situación actual de lucha contra el virus a través del confinamiento, que ha provocado un parón en la actividad económica, más difícil será volver a la normalidad que se conocía.
La incertidumbre económica –que, agazapada detrás de la actual crisis sanitaria, ya se hace sentir–, golpea el seno de nuestras familias, que desconocen qué ocurrirá con sus puestos de trabajo, tambalea modelos de mercados y empresas y ahoga a pequeños empresarios y autónomos en los flujos de liquidez de sus negocios. La gran duda para el mundo laboral y para la economía es cómo será la crisis después de la crisis.
De este modo, volveremos a una situación que hace años ya sufrimos y todos esperábamos ver superada, como fue la crisis económica que nos afectó hace una década en nuestro país. La caída del sector empresarial y el consecuente aumento del paro sumergió a gran parte de la población en el amargo sabor del desempleo. Hoy vuelve a volar sobre nosotros ese espectro, llegado por otro camino, del cual, a día de hoy, todavía desconocemos su repercusión y magnitud.
La actividad laboral y económica hoy en día es un bien inestable; no sabemos cuándo puede soltarnos de la mano. Pero resulta evidente que debemos reconocer que el trabajo para la persona es un bien esencial y expresión de su dignidad como ser único e irrepetible. El trabajo es manifestación de nuestro derecho de ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente y de nuestra capacidad para construir un mundo mejor. El desempleo desencadena en la persona sentimientos negativos y autodestructivos como el pesimismo, la ansiedad, la depresión, la melancolía, la irritabilidad, la inseguridad; y, a la vez, provoca emociones frustrantes como la sensación de fracaso personal, de inutilidad y la vergüenza social de sentirse excluido de esa parte de la humanidad que produce y genera. La inactividad laboral se convierte en una lacra social que contribuye a la desazón, a la falta de esperanza y pérdida de la ilusión y a la ausencia de la creatividad que toda sociedad necesita para avanzar.
Pero que el trabajo sea expresión de nuestra dignidad no significa que aquellos que lo pierden vean automáticamente mermada parte de su dignidad. Más bien es al contrario: se convierten en seres preferenciales para todos nosotros. Es por ello que debemos ordenar nuestro compromiso y estructurar nuestra sociedad para acompañar y ayudar a todas aquellas personas tocadas por el desempleo. Es primordial redoblar esfuerzos y hacer entender que debemos estar al lado de aquellos jóvenes que, tras esforzarse y formarse a conciencia, tienen derecho a desarrollar sus capacidades y entrar en el mercado laboral; que debemos contribuir al sustento de las familias, haciendo que sus progenitores puedan mantener emocional y económicamente a todos sus miembros; que debemos facilitar y apoyar a los que, a través del emprendimiento y la inversión, pueden generar estabilidad económica y puestos de trabajo; y, sobre todo, nunca olvidar a los más desfavorecidos en las crisis económicas: parados de larga duración, personas de edad avanzada, inmigrantes, etc., que una vez más estarán los últimos de la fila en la ventanilla de las oportunidades, rozando el abismo de la exclusión social.
Ante las perspectivas que nos vaticina el futuro, tenemos un gran reto como Iglesia y sociedad de acompañar, ayudar y reivindicar el derecho al trabajo como un bien de todos, a la vez que crear estructuras de apoyo y ayuda hacia aquellos que caigan en las garras del desempleo. Si auguramos que una crisis económica cabalga hacia nosotros, respondámosla con las armas de la solidaridad.
Francisco Cano Moreno, intermediador laboral
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