Con la comida no se juega

Un tercio de los alimentos acaba en la basura”. Éste es el lema de la reciente campaña de sensibilización de Manos Unidas en la lucha contra la pobreza y el hambre.

Hasta hace poco, nadie se planteaba presentar un proyecto para acabar con el desperdicio de alimentos, porque la sociedad tenía interiorizada la “política” de aprovechar los alimentos y no tirar nada; no en vano, en la conciencia colectiva estaba grabado lo que era pasar hambre en el contexto de una guerra o en la escasez de una dictadura. Actualmente el derroche alimentario es una de áreas de acción de los programas políticos y de trabajo de muchas organizaciones, a pesar de la crisis económica que estamos atravesando. Es llamativo que organizaciones como FAO o Manos Unidas tengan no solo que trabajar por erradicar y luchar contra la pobreza en países del tercer mundo, sino también concienciar sobre el mal uso que se hace de la comida.

El Papa Francisco ya en 2013, en el ámbito de la Jornada Mundial del Medioambiente, realizó una llamada al mundo para evitar el desperdicio de alimentos y trabajar por una mejor distribución de la comida. Recientemente, en enero de 2017, el Tribunal de Cuentas de la UE publicó un informe especial “La lucha contra el despilfarro de alimentos: una oportunidad para la UE de hacer más eficiente el empleo de recursos en la cadena de suministro alimentario” que insistía en estas ideas.

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El desperdicio de alimentos es un problema global. Tanto es así, que se ha convertido en objeto de iniciativas legislativas en la Unión Europea, decisiones que permiten regular las acciones políticas que se desarrollen en los Estados Miembros relacionadas con el desecho de alimentos. Países como Francia e Italia han aprobado en los dos últimos años leyes contra el desperdicio de alimentos.

Está claro que los políticos están tomando conciencia de la importancia de reducir el desperdicio de comida y de incentivar su donación, pero desde el punto de vista del ciudadano, ¿qué podemos hacer? ¿Qué estamos haciendo nosotros? Es un grave problema que no podemos ignorar, cuando son muchos los millones de personas que viven en la pobreza y en la desigualdad.

Todos estamos llamados a ello, y no solo debe haber razones económicas o medioambientales para reaccionar, sino también éticas. Es deber de todos que el mundo sea más justo. La base está en la educación y en nuestra propia responsabilidad a la hora de valorar los alimentos que compramos y tenemos, para no desperdiciarlos, realizando un consumo responsable.

Alimentarse es una de las primeras necesidades del ser humano, y cuidar y proteger el medio ambiente también es tarea de todos. El hambre, decía la campaña de Manos Unidas, no sólo se combate con comida, sino con la ayuda de todos. En nuestras manos está luchas por ello.

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