El bien común de la cuarentena debe prevalecer sobre el bien particular como principio general. Eso es lo que sugiere el sentido común de la vida en sociedad, aceptando la prioridad del bien común en caso de conflicto con el bien particular.
En este caso, los argumentos son claros: si rompo la cuarentena no solo pongo en riesgo mi salud, cosa que quizá estaría dispuesto a asumir, sino que pongo en riesgo la salud de otros, especialmente de los más débiles; no solo por el contagio, sino por las consecuencias del colapso de los recursos médicos y hospitalarios y el efecto de esto en la salud de otras muchas personas necesitadas de estos recursos.
Por tanto, si no es por una causa realmente imprescindible, debo respetar la cuarentena renunciando incluso a hacer cosas realmente buenas para mí o para unos pocos.
El dilema queda entonces en qué es imprescindible, de nuevo priorizando el bien común, y quién valora esta necesidad.
Una parte de esa iniciativa ha venido de los gobiernos imponiendo medidas de confinamiento y multando a los que las incumplen. El problema de estas medidas es cuando se prolongan indefinidamente y no se percibe un plan claro y razonable de evolución para resolver la situación. Lo que fueron medidas para resolver la epidemia se pueden convertir en medidas para proteger a gestores incapaces de encarar una situación compleja. No olvidemos que mucha gente está poniendo en riesgo su medio de sustento por prolongar la cuarentena (comerciantes, autónomos, empresas de servicios…) o su equilibrio físico, mental y espiritual (personas necesitadas de ejercicio físico, de relación social, niños, ancianos solos, enfermos crónicos…).
Otra parte, no pequeña, de la responsabilidad nos toca a cada uno de nosotros. ¿Qué más podemos hacer por el bien común? Estos días estamos recibiendo un montón de testimonios de personas que están descubriendo como responder positivamente a una situación de crisis como esta. Hay quien aprovecha para recuperar viejas amistades o reestablecer relaciones familiares con una llamada, un mensaje, una oración, un recuerdo. Otros promueven iniciativas entre vecinos o amigos, sin salir de casa. No faltan voluntarios que sienten que pueden aportar algo por sus conocimientos profesionales. Además de todos los que luchan en primera línea de batalla en los servicios esenciales, y otros muchos que los apoyan cuando llegan a casa. También los que colaboran quedándose en casa y renunciando a muchas cosas buenas, incluso sagradas.
Todos podemos hacer algo por el bien común, aunque a veces parezca ser nada.
GRUPO AREÓPAGO
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