Es posible llegar a pensar que la concepción materialista del mundo conciba la muerte como algo intrascendente, y valga la redundancia. Es posible creer que nada hay más allá y que no merece la pena nada que busque el encaje afectivo del paso de alguien de estar a no estar ¿Alguien? Tal vez esta visión en realidad en lo que nos convierte es en algo.
Es difícil, pero posible, sobrellevar la absoluta instrumentalización de las personas en política y en cualquier otro ámbito, reduciendo de hecho a cada uno a su función. Además es tan común que ya ni nos damos cuenta de nuestra indiferencia, de nuestra incapacidad de ver al otro. Esta inconsciencia es realmente penosa. ¿Y cuándo no es inconsciente? ¿Y cuándo de manera premeditada convertimos la muerte de alguien en objeto de propaganda política? ¿Y cuándo no solo hemos perdido la capacidad de sentir dolor por el dolorido, sino que además utilizamos su dolor para sacar rédito? Puede que la exaltación de la ciencia que se lleva tanto en nuestros días nos haya convertido a todos en conejillos de indias. Conejillos, por cierto, cuyo destino afecta emotivamente y terriblemente a personas incapaces de “perdonar” a los más débiles, a los toreros o a los políticos por que son de un determinado partido político, por ejemplo a Rita Barberá.
Es posible que con este panorama pedir que nos comportemos con compasión sea mucho pedir. Pero no importa, por pedir… Por favor, nos conformamos con un poco de compasión.
Grupo AREÓPAGO
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