Se ha cumplido un año de la publicación de la foto –portada en todos los periódicos a nivel mundial– del pequeño niño sirio ahogado en una playa mientras huía del terror de la guerra en su país. Con este motivo, algunos medios han vuelto a reproducirla y en las redes sociales no pocas personas han recordado el drama de su muerte. Algunos periódicos, además, han publicado una entrevista a su padre, cuyo titular es impactante: “La fotografía de mi hijo no sirvió para nada”. En ella señala que cada día sigue reviviendo, con dolor, la pérdida de Aylan, sufriendo la pesadilla que supone haberlo perdido de esa manera, que se une al dolor por no poder volver a su tierra y por ver cómo ni él ni quienes se encuentran en su situación reciben ningún tipo de ayuda.
Todo ello debe llevarnos a reflexionar sobre el modelo de sociedad que estamos construyendo, basado simplemente en la solidaridad sentimentalista, pasajera, que no compromete porque no toca el corazón. Y no toca el corazón, sencillamente, porque no amamos. Ésta es la razón de nuestro mal: el rechazo de la existencia de Dios, la consideración del hombre como medida de todas las cosas, el entendimiento de la propia vida como satisfacción personal en cada momento sin importar el contexto ni quienes están a nuestro lado nos hace cerrarnos en nosotros mismos y responder sólo efímeramente y sin contraer obligaciones hacia personas y realidades que piden a gritos nuestra presencia.
En última instancia, el problema es la pérdida del sentido de la Caridad, virtud –es decir, fuerza para llevar algo adelante– consistente en amar a los demás partiendo del amor de Dios y del amor a uno mismo. Porque no respetamos nuestra propia dignidad de seres humanos somos incapaces de respetar la de los demás; porque no entendemos qué significa verdaderamente reconocer la existencia de Dios-amor despreciamos las llamadas que nos dirige como criaturas suyas.
Si Aylan, incluso sin conocerlo, hubiera formado parte de nuestra vida por haberlo integrado en ella cuando vimos su foto, nuestra respuesta sería diferente. Nos habría llevado a “con-movernos”, a salir de nuestra superficialidad para buscar qué podemos hacer por cambiar la concreta realidad que nos rodea. Aún estamos a tiempo. Todos tenemos algo que aportar.
Grupo AREÓPAGO
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