Es notable el eco mediático de la detención del padre de Nadia, la niña de 11 años aquejada de una tricotiodistrofia. Tal vez se deba al inquietante destino de los 320.000 € donados por ciudadanos. Pero estafadores hay muchos, y ladrones, a secas, más. Sin embargo, este caso despunta sobre otros precisamente porque afecta a un sentimiento compartido: la frustración de constatar que aquello que había provocado una cadena de solidaridad era en realidad –presuntamente- un plan diseñado con otros fines diferentes.
Y esto nos recuerda un hecho psicológico elemental: que las leyes de la emotividad no corresponden con las leyes de la racionalidad. Que el hecho de desear intensamente la solución de un problema no confiere racionalidad ni eficacia a cualquier medio elegido para alcanzarlo.
Un caso semejante de este pensamiento emocional –que no racional- son algunas de las alertas que nos llegan de vez en cuando a través de las redes sociales. Especialmente aquellas que tienen una carga emocional porque claman por una injusticia o defienden los sentimientos de los cristianos frente a ataques de otros, por ejemplo. En estos casos, como en los casos en los que se recauda fondos para personas con una enfermedad rara, los estafadores hacen un daño enorme –y cruel- porque sus intereses particulares siembran dudas sobre aquellas otras iniciativas buenas que necesitan de esta solidaridad para luchar por sus nobles objetivos.
Por eso se hace tan necesario un discernimiento racional –que no, emocional- e indagar si detrás de tal iniciativa hay métodos transparentes o no, y si esa recogida de firmas es el medio adecuado en ese momento, o es un simple gancho para recabar contactos, prestigio…, o dinero.
Los 320.000 € supuestamente estafados por el padre de Nadia se quedan cortos comparados con lo que puede haberse estafado por otras causas «nobles». ¿Qué tal si antes de colaborar o firmar una alerta nos enteramos de qué asociación está detrás? La mala noticia es que nuestro deseo de colaborar con una buena causa no es garantía de la veracidad de tal iniciativa, pero sí debería serlo de nuestro rigor en el cotejo de la fuente. La buena noticia es que los casos en los que alguna asociación oculta ha actuado detrás de plataformas cívicas, han sido ya señalados en tribunales y no son difíciles de averiguar.
Grupo AREÓPAGO
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