¿Qué pasaría si la Tierra tuviera derechos?

Tierra

En la primera mitad del siglo pasado se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se hizo sobre una base natural: la libertad de la persona y su dignidad inalienable.

Esa declaración no era resultado de un consenso sino el fruto del reconocimiento de una tradición secular del derecho natural en un texto internacional, de obligado cumplimiento para los estados que decidieran adherirse, de los derechos humanos que toda persona tiene por el hecho de ser persona.

En la actualidad, desde hace algunos años, se está hablando de “nuevos derechos” y, cuando esto se plantea, en realidad se está haciendo referencia a concesiones amparadas en presupuestos subjetivos y conveniencias arbitrarias, en consensos entre países, grupos, instituciones, dependiendo de quienes sean los que aprueben los textos que se pretendan elevar a declaración internacional.

En este contexto, la protección del medio ambiente, la defensa de un desarrollo sostenible, la defensa de la naturaleza, son todos ellos fines buenos en sí mismos. La naturaleza es un bien jurídico protegido, y el dominio del hombre sobre la misma no es absoluto; está regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo comprendidas las generaciones venideras. No obstante, los animales, las plantas y todo el medio ambiente están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura, de ahí que sea legítimo servirse de ellos para el alimento y para todo aquello que el hombre necesite.

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Sin embargo, influenciados por las corrientes de pensamiento de lo que se conoce como “Ecología profunda” (Deep Ecology), en documentos como la llamada “Carta de la Tierra” (http://www.earthcharterinaction.org)  parece existir un objetivo de eliminar toda diferencia y valor ontológico entre la persona humana y la vida animal, vegetal y mineral. De esta manera valdría lo mismo la existencia de un ser humano, al ser iguales, que la de cualquier planta o animal. Ante esto cabe preguntarse si realmente vale lo mismo un ser racional, capaz de expresar afectos, sentimientos y emociones, que un animal o una planta sin inteligencia; o si llegara a considerarse a la Tierra sujeto de derechos y se atribuyera la aplicación de “sus derechos” a un organismo internacional, qué priorizará dicho organismo el derecho a la vida de todo ser humano o el “derecho a vivir de la Tierra”.

En este sentido el ser humano podría llegar a dejar de ser considerado como el gerente responsable de un medio ambiente que él está llamado a humanizar y a respetar en aras de un adecuado cumplimiento del derecho humano a un medio ambiente sano y, por el contrario, podría pasar a ser considerado como el más temible de los predadores, de tal modo que su población, como toda población de predadores, habría de ser estrictamente controlada, clasificada y planificada teniendo en cuenta las supuestas obligaciones del desarrollo sostenible.

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Grupo AREÓPAGO

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