Navidad en tiempos líquidos

Todo análisis y reflexión sobre el sentido, significado y celebración de la Navidad en la actualidad pasa necesariamente por comprender las razones históricas por las que en una Roma imperial pagana, de una celebración festiva en honor del dios Saturno (Saturnalia) al comienzo del solsticio de invierno, se pasó a una celebración festiva que recordaba el nacimiento de Jesús, esperanza de salvación y liberación para un mundo que agonizaba sumido en la más profunda deshumanización. Tránsito que representó un cambio profundo en la escala de valores personales y sociales: de unos festejos repletos de abundancia de comida, bebida y todos los excesos de aquella época, a una fiesta alegre y familiar, en la que se celebraba la vida y la paz, desde la búsqueda esperanzada de señales de Luz para todos los que vivían en oscuridad y fragilidad.

De la misma manera hoy hay que preguntarse también, para reencontrarnos con el sentido y significado profundo de la Navidad, qué está sucediendo para dar el paso contrario de vivir y celebrar una Navidad de tradición y valores cristianos a una navidad edulcorada y teñida de simbología pagana.

Sin duda, nuestro mundo en general y nuestra sociedad occidental, en particular, está sufriendo importantes transformaciones en todos los ámbitos de la vida que de alguna manera propician un nuevo estilo de ser y de vivir. Decididamente, un mundo de cierta solidez -con sus luces y sombras como todos- está muriendo para dar paso a un mundo líquido en el que el relativismo moral y la posverdad se practican sin disimulo. Las nuevas tecnologías y la cultura del consumo y el espectáculo marcan los tiempos y el espacio -también los navideños- propiciando muchas rupturas en las relaciones interpersonales, hedonismo, búsqueda del placer inmediato, corrupción, conflictos bélicos por todo el planeta y polarización social que crea muros y nos divide.

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El espectáculo de luces con el que la mayoría de las ciudades de nuestro país vienen anunciando los festejos navideños -en una perspectiva competitiva y amoral- es fiel reflejo de esta realidad social. De ahí nuestra reflexión que interpela ¿La cultura dominante está colonizando la Navidad cristiana?

Reivindicar la Navidad como camino para impulsar en nuestra sociedad un estilo de vida alternativo al que propone esta nueva sociedad líquida es tarea ardua por ser minoritaria y eminentemente contracultural, pero al mismo tiempo altamente ilusionante. Desde el sentido que la motiva -que es ni más ni menos que la irrupción de Dios en la historia del hombre- requiere un compromiso serio en todo proceso humanizador que surja en nuestros ambientes. Atreverse a humanizar esta sociedad actual de cambio con el Dios que humaniza es el gran reto, pues, para todos aquellos creyentes o no creyentes que creen en un mundo necesitado de la solidaridad, de la justicia y de la paz. Es descubrir heridas y violencias de todo tipo que dañan el Espíritu de la Navidad porque atentan contra la dignidad de la persona que es la obra predilecta de Dios

Como lo es igualmente el compromiso para cambiar la lógica desde la que funcionan nuestras instituciones y estructuras sociales. Frente a la lógica del mercado en la que todo tiene un precio, el espíritu de la Navidad invita a practicar la lógica del don, de la gratuidad. El Dios cristiano que se encarna en la Navidad se nos da gratuitamente. Acoger ese don, esa gracia, nos debe llevar al agradecimiento y a nuestra donación gratuita en favor de los que más necesitan.

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Y todo ello vivido y celebrado con alegría y como buena noticia de paz para un mundo roto y polarizado. Es el mensaje central de la Navidad (Lc 1,78-80)

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