Según el informe publicado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, en el año 2017 se practicaron en España 94.123 abortos voluntarios, lo que supone un aumento de un millar de casos respecto a los del año 2016.
De esos 94.123 abortos voluntarios, 84.474 lo fueron por decisión voluntaria de la mujer, 6.008 abortos lo fueron por grave riesgo para la vida o salud de la embarazada y 3.355 abortos lo fueron por riesgo de graves anomalías fetales.
En estos datos oficiales sin embargo no están incluidos los abortos derivados del efecto abortivo de la píldora del día después, ni la cantidad de abortos derivados de las técnicas de reproducción asistida, por lo que los datos oficiales son claramente datos fuera de la realidad.
San Juan Pablo ya en el nº 58 de la Encíclica Evangelium Vitae hizo una llamada a tener valor de mirar a la cara la verdad y de llamar a las cosas por su nombre sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación del autoengaño.
Esos 94.123 abortos han sido abortos intencionados, muertes de seres humanos, muertes de vidas humanas, la mayoría por el simple motivo del no deseo del hijo; Nuestra sociedad ha perdido de vista el sentido trascendente de la persona humana, ya no es capaz de reconocer el valor inviolable de la vida humana, por lo que su eliminación llega a considerarse como un bien y como un derecho en determinadas circunstancias.
Ante este grave panorama social ¿Quedo indiferente alegando que yo nunca abortaría? ¿Me veo como una gota de agua en el océano que poco o nada puedo hacer para luchar contra la realidad de la cultura de la muerte que nos engulle? ¿O estoy dispuesto a apoyar a madres embarazadas tentadas de abortar, dedicando a ellas mi tiempo, mi dinero, abriendo a las mismas incluso la puerta de mi propia familia? Solo porque en la próxima estadística exista un aborto menos, habrá merecido toda nuestra entrega a favor de la vida.
GRUPO AREÓPAGO
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