Dios habla a través de los acontecimientos de la vida. Desde la experiencia de la enfermedad y el sufrimiento humano entendemos en fe que nada es casual ni acontece por azar.
La experiencia, si bien es dura, también es especialmente enriquecedora. En el hospital, como capellán vivimos estos días desde esta perspectiva. La abundancia de momentos de oración, tener abierta la capilla donde van pasando gente a orar, a confesar, …Ir a las habitaciones donde nos llaman, comentar con los profesionales sanitarios sus inquietudes, miedos, …compartir el ánimo y su entrega generosa… resulta desde la mirada de fe realmente gratificante. Dios habla si lo sabemos escuchar.
Al final del día, al llegar a la capilla, todas estas experiencias, estos encuentros presentados ante Dios nos hacen reflexionar ¿qué nos dice Dios con esta pandemia?
A un nivel general hemos experimentado que un microorganismo ha puesto en crisis y derrumbado una sociedad de bienestar. Apoyados en la seguridad de la ciencia y de la técnica como si fuera la “nueva salvación”. El progreso humano como el culmen del deseo de felicidad, hasta el punto de creer que no necesitamos de Dios. Es curioso como al ir por las plantas escucho a menudo esta expresión: “por favor rezad mucho por nosotros”. Ha bastado este virus para poner en cuarentena nuestras seguridades. Dios nos está diciendo que somos frágiles, que “nuestra vida es como hierba que brota por la mañana y por la tarde se seca“ (Sal 90) y que dependemos de Él, lo necesitamos. Por eso, con San Pablo podemos decir: “en mi debilidad está la fuerza de Dios” (II Cor 12, 9). Derrumbadas nuestras falsas seguridades, tenemos la oportunidad de volver a quien nos sostiene frente a toda debilidad.
Además, a nivel personal, la epidemia ha puesto a la luz nuestro miedo a la muerte, comprensible. Pero por la fe no nos quedamos ahí. De hecho, contemplo con admiración como muchos de los profesionales sanitarios muestran altas dosis de generosidad y entrega en este momento de alto riesgo. El amor en la entrega supera así el miedo que atenaza. No obstante, tenemos un motivo de testimonio los cristianos para descubrir, como la posibilidad de la muerte no debe ser lo que nos atenace, y que dar la vida es el culmen de nuestra vocación. Cómo no poner la mirada en tantos santos que han dado este testimonio estimulante en el cuidado de los enfermos (san Camilo de Lelís, San Vicente de Paul, Santa Madre Teresa de Calcuta…). Es momento para pedir la gracia de una verdadera fe que nos espolee a un testimonio de vida cristiano que rompa con los miedos, ya que, el verdadero creyente no tiene miedo, pues posee la promesa de la vida eterna. De hecho, Cristo vino a “libertar a cuantos por miedo a la muerte estaban de por vida sometidos a la esclavitud” (Hb 2,15).
Dios nos habla por medio de esta pandemia, y nos habla para ver su providencia y su presencia necesaria. Rezar y colaborar con los profesionales sanitarios, estar atentos y atender a los enfermos y sus familias, hará que salgan de nosotros las mejores obras que serán lo que transforme el mundo descubriendo la presencia de la bondad y amor de Dios.
Don Rafael Torregrosa, director del Secretariado Diocesano de Pastoral de la Salud y capellán del Hospital “Virgen de la Salud” de Toledo.
Amén.
Una gran ayuda para ver esta pandemia desde dentro de un hospital y desde dentro de la Fé. Gracias.