Son muchos los aspectos, mensajes, enseñanzas, ritos, celebraciones, etc. que la rica doctrina católica incluye en la vivencia de nuestro caminar diario como hijos de Dios, muchas de las cuales, en no pocas ocasiones, pasan desapercibidas para muchos de nosotros. Además de estos principios inadvertidos para nuestra limitada inteligencia, existen otros tantos que apenas somos capaces de entender o tan siquiera poder intuir. Pero esa simple comprensión iniciática nos es suficiente para ser conscientes de que estamos ante una de esas verdades de nuestra fe que nos maravilla, fascina e impresiona, como a un niño que asiste por primera vez a unos fuegos artificiales y no deja de mirarlos con la boca abierta sin preguntarse de dónde viene todo eso.
Permítase la comparación para expresar lo que puede experimentar cualquiera de nosotros cuando intentamos comprender a través de nuestra limitada razón y nuestros imperfectos sentimientos lo que significa la Resurrección del Señor y lo que celebramos durante el extenso tiempo de Pascua en el que nos encontramos en la actualidad.
De entre todas las palabras o explicaciones que la Iglesia nos regala para hacer comprensible este tiempo litúrgico, quizás haya una que nos pueda ayudar: la que nos presenta la Resurrección como una nueva creación, esto es, como un nuevo Fiat Lux similar al del relato del Génesis. De esta forma lo explicaba nuestro añorado y admirado Benedicto XVI: “«Que exista la luz», dice Dios, «y existió la luz». Jesús resucita del sepulcro. La vida es más fuerte que la muerte. El bien es más fuerte que el mal. El amor es más fuerte que el odio. La verdad es más fuerte que la mentira. La oscuridad de los días pasados se disipa cuando Jesús resurge de la tumba y se hace él mismo luz pura de Dios (…). Con la resurrección de Jesús, la luz misma vuelve a ser creada. Él nos lleva a todos tras él a la vida nueva de la resurrección, y vence toda forma de oscuridad. Él es el nuevo día de Dios, que vale para todos nosotros”. (Homilía en la Vigilia Pascual. Sábado Santo, 7 de abril de 2012).
Y así, ¿puede haber un regalo más maravilloso que el que se nos da con la Resurrección de Cristo? ¿Puede existir un obsequio más preciado que el que se nos concede al entregársenos un nuevo mundo, una nueva creación, una segunda oportunidad, una nueva vida que ahora podemos vivir con Cristo resucitado?
No es de extrañar que la reacción de los discípulos de Emaús al encontrarse con Cristo vivo fuera salir corriendo y volver a Jerusalén cuando la noche ya había caído. Querían compartir con el resto de discípulos su alegría y felicidad. Querían decirles que no era momento para la tristeza y la nostalgia. Querían, en definitiva, anunciarles que no había cabida para el miedo porque Aquel al que lloraban ya era luz y no se encontraba entre la oscuridad de los muertos.
¡Feliz nueva vida! ¡Feliz nueva creación llena de esperanza! ¡Feliz Pascua!
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