El fin de la escuela

¿Para qué sirve la Escuela? Pregunta de Perogrullo, ¿verdad? Esta pregunta es la mejor forma de definir el concepto de “fin, finalidad” de algo.

En este artículo se asumen los “fines” como una entidad objetiva, existente, presente ontológicamente en la realidad, aunque no se vea.

¿Cuál es el fin de la Escuela? Aventuremos algunas respuestas. Hace 40 años padres analfabetos llevaban sus hijos al colegio con el siguiente fin: “o estudias, o trabajas”. Este fin marcaba los objetivos (en el ejemplo, la cualificación para ciertas actividades), los medios (a la escuela se va a estudiar, es decir, a trabajar de un modo muy preciso), los valores (el trabajo es digno, que puedas procurarte tu pan es propio del ser humano), la racionalidad de la tarea y con ello la comprensión de su sentido, su revisión crítica y la posibilidad de plantear mejoras más ajustadas, los compromisos (padres, profesores, contribuyentes, … el de cualquier persona implicada, que sabía a qué atenerse) y los derechos-obligaciones (a la escuela voy a aprender, tengo derecho a que se me respete).

Simple, ¿verdad?

¿Cuál es el fin de la Escuela Española hoy? En el artículo anterior se indicó lo que recoge la Ley Orgánica. Y cómo en línea de máxima no se consigue. Es un problema mucho más serio de lo que se muestra porque afecta al ser humano en lo que tiene de humano, es decir, en su dignidad.

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Cuando el “relato dominante” presenta la Educación Española como un éxito porque tenemos las tasas históricas más altas de escolarización, confunde los fines con algunos medios. Confunde o “cambia”. En este caso se da gato por liebre, y este embuste es un verdadero atentado contra la dignidad humana. Vamos al dato. Muy bien que el 99,9% de la población con edad escolar esté matriculada en la escuela, pero ¿asisten? Y una vez allí, ¿a qué se dedican? Un profesor de 1º ESO preguntó a sus alumnos a qué iban al Instituto, sus respuestas: 70% “a pasarlo bien”, 25% “a estar con los amigos”, 5%, y después de un tiempo de reflexión, “a aprobar”.

El curso siguiente a la pandemia, durante el verano, se discernía y debatía si iniciar el curso escolar presencial u “on line”. Al final fue presencial por decreto. Uno de los motivos que se blandían era el de “si los padres tienen a los niños en casa, no pueden ir ellos a trabajar”. Como fuera ése el motivo, entonces la escuela sería un depósito…de niños. Para eso no hacen falta profesores.

Cuando una institución no se mueve por sus propios fines, sino por otros, a éstos se les denomina “intereses bastardos”. Y quien se incorpora de buenas a esa Institución para conseguir los fines oficiales, y constata cientos de rémoras y obstáculos insalvables y misteriosos, amén de perder el tiempo concluye que le están timando.

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