Los medios de comunicación británicos nos han informado del escándalo de las fiestas del gobierno de Reino Unido durante el confinamiento, lo que han denominado “partygate”. Estos acontecimientos han provocado que el gobierno haya pedido disculpas en varias ocasiones y sobre los que se han abierto investigaciones. Lamentablemente estas informaciones no dejan en buen lugar al líder británico, y muchos de los británicos ya han expresado su rechazo a lo que ha ocurrido, mientras miles de personas se morían ellos se lo pasaban bien.
Una vez más los dirigentes políticos no predican con el ejemplo. Ellos deben de ser los primeros que den ejemplo y testimonio. Es difícil porque ya no hay grandes y auténticos dirigentes. Los gobiernos en esta crisis sanitaria han exigido sacrificios a millones de personas; la mayoría hemos cumplido y lo hemos hecho; se han hecho cumplir a sus ciudadanos órdenes y restricciones para preservar la seguridad y la salud de todos; limitando sus libertades de movimiento, de reunión entre otras; para comprobar que en algunas ocasiones las actuaciones de muchos dirigentes no son las más apropiadas ni las más ejemplares, saltándose sus propias reglas, porque ya se sabe que quién “hizo la ley, hizo la trampa”. Las consecuencias de sus decisiones en estos casos generan un impacto negativo en la sociedad. Las disculpas a veces no son suficientes, y ya no son creíbles.
Ante estas actitudes cabe preguntarse ¿Hasta qué punto tenemos políticos responsables? ¿Los dirigentes están preparados para asumir el compromiso de sus acciones? Los líderes deben cumplir también con sus obligaciones, el comportamiento tiene que estar en sintonía con lo que se exige. Ser responsable implica responder por sus acciones ante otros, lo contrario es irresponsabilidad; y en el caso de los líderes políticos, en comparación con otros cargos, su responsabilidad es aún mayor ¿Existe una cultura de la responsabilidad en la sociedad? Necesitamos líderes que generen confianza en la sociedad a través del valor de la responsabilidad, del compromiso y de la empatía; líderes que respeten los derechos y libertades de la sociedad. Líderes que trabajen por el bien común y que la política recupere la confianza que da el tener al frente personas que piensan y trabajan por los demás, no por su propio interés. Los mediocres no pueden estar al frente porque son ellos al final los que dirigen países, regiones, ciudades, municipios, y con ellos millones de ciudadanos. Si la política se considerara un servicio a los demás, seguro que nos iría a todos mejor.
De nada sirve exigir el cumplimiento de normas y recomendaciones si sus conductas se contradicen; en internet hay muchas frase sobre predicar con el ejemplo pero es destacable aquella del escritor francés Francos de la Rochefoucauld que dice “nada es tan contagioso como el ejemplo”. Qué la responsabilidad de los políticos sea entendida como una obligación moral ante sus ciudadanos; que los buenos ejemplos de los gobiernos y de sus dirigentes nos ayuden a construir una sociedad más justa y humana.
GRUPO AREÓPAGO
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