En la novela de Giovanni Guareschi, tras perder un partido de fútbol el equipo de don Camilo contra el de Peppone, el pobre árbitro Binella —al que quieren linchar— confiesa a don Camilo que, a cambio de dos mil quinientas liras que le ofreció el alcalde, aceptó pitar el penalti injusto que decidió el empate y dio la victoria final al Dynamos de Peppone en el último segundo. Muy enfadado, don Camilo se dirige al Cristo diciéndole:
— ¿No os había dicho que este era un infame vendido? ¿Tengo o no tengo razón para estar enojado?
Y el Cristo le contesta:
— No, don Camilo. La culpa es tuya que por el mismo servicio has ofrecido a Binella dos mil liras.
Viene al caso esta cita al hilo de las críticas desatadas contra el PNV por aceptar votar a favor de la investidura de Pedro Sánchez después de haber pactado los presupuestos con Rajoy. No solo en el ámbito político, sino también por parte de articulistas y analistas de los medios de comunicación, incluso en los corrillos populares, se echa en cara al PNV aceptar ahora una mejor oferta de Pedro Sánchez: no solo mantener los trescientos millones para el País Vasco contenidos en los Presupuestos de Rajoy, sino —probablemente— otras cesiones que harán más apetecible el apoyo a un gobierno del señor Sánchez que a uno del ya amortizado Rajoy.
Pero habrá que preguntarse, en conciencia, de quién es verdaderamente la culpa de que el PNV acepte vender su voto favorable a cambio de cesiones económicas y políticas. ¿No tendremos que hacer todos un poco de autocrítica? ¿No ha sido la táctica cortoplacista habitual de todos los gobiernos de la nación, desde Felipe Gonzalez hasta Rajoy, asegurarse el poder comprando votos en el mercado de las cesiones a los partidos independentistas? ¿De quién es la culpa entonces? ¿Del último, porque ofreció o aceptó más?
Quizá habría que recurrir al dicho popular: Tú lo quisiste, fraile mostén; tú lo quisiste, tú te lo ten.
GRUPO AREÓPAGO
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