Adicciones y tradiciones pueden parecer dos conceptos totalmente disjuntos, que no tienen nada en común, pero en un libro reciente, “Civismo y ciudadanía”, el filósofo español Higinio Marín les dedica una reflexión muy sugerente.
Las sociedades modernas, explica Marín, vienen sufriendo una desvalorización y destrucción sistemática de sus tradiciones. Lo antiguo ha perdido valor y se va abandonando. Se presenta como un proceso de liberación de los yugos impuestos por las tradiciones, proceso gracias al cual “los individuos se enfrentan a todos los aspectos sustanciales de su existencia sin más restricciones que las que las que asuman o consientan por sí mismos”.
El autor pone el ejemplo de las tradiciones culinarias. La dieta mediterránea podía tener algunas carencias, pero se desprecia por ser tradicional, dejando al sujeto continuamente libre para elegir a su gusto la alimentación a su alcance, dentro de la gran variedad que nos ofrece actualmente cualquier supermercado. Pero un mal uso de esta amplia libertad que queda a nuestra mano nos hace vulnerables para caer bajo la tiranía de nuestros gustos y preferencias, al impulso del capricho, y de ahí a una conducta adictiva en la alimentación hay un camino muy corto.
Esto es extensible a otros campos, como la sexualidad, el entretenimiento, el alcohol, el trabajo, el ejercicio, el consumo, la tecnología…
“A la casi completa supresión de las tradiciones le ha seguido una masiva propagación de las adicciones”, afirma Marín.
La cosa es grave, porque las adicciones consuman “una libre abdicación de la libertad y de la autonomía personal”, preparando al sujeto, una vez que se ha demostrado incapaz de controlarse por sí mismo, para intentar solucionarlo dejándose controlar por otro bajo un planteamiento fundamentalista. Volviendo al caso de la alimentación, sería abrazar una dieta radical, como el veganismo, la dieta lunar, la del pomelo… (la lista es interminable). En el ámbito político o religioso tampoco falta ejemplos.
Adicciones y tradiciones tienen una fuerte conexión. Las tradiciones nos aportan la educación de la libertad que nos previene de la adicción: “la cura que permite diferenciar el deseo de las necesidades mediante la experiencia –aprendida, primero, y libremente asumida, después– de privaciones voluntarias como las que impone cualquier trabajo o práctica deportiva…”.
GRUPO AREÓPAGO
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