Valorar la vida

“Qué bonita la vida” es el título de la canción que lanzó a un conocido cantautor español hace ya varios años. ¡Qué regalo más grande!, se escucha en uno de sus emotivos y contradictorios versos cargados no sólo de magia y belleza, sino también de profundidad existencial. Sí, efectivamente, qué bonita es la vida y qué regalo tan grande. Por eso la valoramos: porque la vida no es cualquier cosa, ni es solo una cosa valiosa entre otras muchas, sino que vale por lo que representa para cada persona. Porque vivir no es sólo biología, que también, sino sustancialmente biografía -personal y también social-: la tuya, la mía, la nuestra, la vuestra, la de ellos. Y porque gracias a ella podemos gozar, amar, disfrutar de la belleza, cuidar a otros, transmitirla…Por eso la valoramos por encima de cualquier cosa y de forma tan radical.

Y por ello, en un tiempo tan convulso como el nuestro, donde se la maltrata tanto y donde sufre tantas agresiones, se pide a los gobernantes que legislen para hacerla más digna y más respetable: en una palabra, más humana. Y ellos de alguna manera, ante esta demanda, responden bien en muchas facetas y ámbitos de la convivencia. Precisamente por eso resulta muy difícil de entender la competición -a ver quién lo hace antes- en la que han entrado ciertas fuerzas políticas de nuestro país para legalizar la eutanasia o suicidio asistido como un derecho individual y que sea prestado por la Seguridad Social; como ya hace años se hizo con el aborto, presentándolo como un derecho de la mujer.

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Son muchos e importantes los interrogantes que suscita esta pretensión: ¿Por qué presentarlo justificándolo a través del factor emocional del sufrimiento de la persona?  ¿Acaso no hay otras opciones generadas por los avances médicos para paliar este sufrimiento y que aún no están debidamente legisladas y extendidas? ¿Acaso su legalización no podría llevarnos a la “pendiente resbaladiza” de una creciente tolerancia social que podría desembocar en la muerte inducida de personas vulnerables simplemente porque estorban? ¿O generar situaciones de presión emocional sobre el enfermo por parte del entorno (familia) o del sistema sanitario? ¿Por qué un partido político que hace un año estaba en contra de su despenalización hoy está a favor? ¿No suena a electoralismo y por tanto a irresponsabilidad?…

El valor radical que damos a la vida nos lleva a afirmar con Wittgenstein: “Si el suicidio está permitido, todo está permitido. Si algo no está permitido, entonces el suicidio no lo está. Esto ilumina lo que es la ética…”

 

 

GRUPO AREÓPAGO

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