Un jubileo en la edad de hielo

El ambiente humano y social es susceptible del simbolismo climático. Basta con acudir a Vivaldi y sus Cuatro Estaciones. Hablando de personas el hielo surge cuando se pierde el calor, la energía, la vida. Cuando el corazón deja de ser tal. Está ahí, pero no funciona. Y el hielo se propaga por contagio.

Hielo es el compañero de muchos ancianos que pasan solos su ingreso en el hospital. Hielo son las relaciones interpersonales movidas exclusivamente por interés, sin ninguna orientación ni contención ética. Hielo es la imagen de un niño absorto en el teléfono móvil durante horas. Hielo es buscar toda la felicidad en el consumo y el ocio, y hacer de la alegría sinónimo de “bienestar” – material, claro. Hielo es el impacto de la generación joven cuando sale de casa y descubre que le toca sacer adelante su vida por sí misma, y no sabe, y ni siquiera sabe qué vida quiere. Hielo es exigir el derecho a sentir calor, y no ofrecer nada más que el reproche de que los otros son todavía más fríos que el hielo.

La caldera de la vida social tiene la marca de “progreso” y “bienestar”. Estos conceptos tienen una parte de ideal, y otra de realización. Ya llevamos suficiente tiempo en España para ver si esta caldera calienta la casa por comploto o deja estancias frías, como las arriba citadas. Quizá ni la caldera ni su combustible sean suficientes, y quizá ya sea hora de hacerse problema y buscar solución.

Artículo relacionado:   Firma invitada de don Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo emérito de Toledo: "Reflexión sobre lo que nos preocupa"

Este año, es decir, en la rabiosa actualidad de hoy, la Iglesia celebra un Año Jubilar. Celebra el júbilo del 2025 cumpleaños de Jesús de Nazaret. ¿Por qué es un motivo de alegría? ¿Para quién?

Jesús en su vida pública exclamó lo siguiente: “He venido a traer fuego a la Tierra, y cuánto deseo que ya estuviera ardiendo” (Lucas 12, 49ss). Jesús vino a este mundo en la misma Era que aún hoy tiñe el paisaje humano de Hielo, aunque en el 2025 estemos usando otras calderas. Los cristianos sabemos que Jesús y su oferta son fuente de calor, un calor – humano – que se siente, que derrite el hielo y que transforma a quien acoge su Evangelio en portador de su mismo calor. Jesús es un motivo de alegría porque trae calor, porque esta caldera y su combustible –el amor y la verdad- están ahí y siguen funcionando. Y es un motivo de alegría tanto para quienes viven al amparo de su hogar como para quienes ateridos de frío ya dudan de que el calor humano sea posible entre los hombres.

GRUPO AREÓPAGO

Deja un comentario de forma respetuosa para facilitar un diálogo constructivo

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

Orgullosamente ofrecido por WordPress | Tema: Baskerville 2 por Anders Noren.

Subir ↑