Casi es Navidad, la gran fiesta cristiana que hace memoria y celebra el Misterio de Dios hecho hombre. Una de las fiestas religiosas más importantes del año que marca el ritmo de los calendarios religiosos y civiles de la mayoría de los países del mundo; de ahí su gran relevancia no sólo religiosa, sino también social y cultural.
Desde hace unas décadas, cuando se acercan estas fechas, voces del laicismo excluyente se manifiestan en contra de la presencia en lugares públicos de los símbolos religiosos que la significan y dan sentido. Un tema que exige por su importancia social reflexión y diálogo.
Una primera perspectiva para esta reflexión nos la ofrece el extraordinario valor que representa para la vida de un país la memoria colectiva, sobre todo la cultural. La memoria cultural actualiza la historia de un pueblo y la da sentido; y sus símbolos, forma y contenido. En la construcción de esta memoria, el cristianismo ha representado un factor fundamental, pues se quiera o no, ha formado parte de todo el entramado cultural y patrimonial que ha forjado lo que en estos momentos somos como comunidad con historia. Olvidarlo o desestimarlo sería la negación de nuestra esencia como pueblo.
Y en una segunda perspectiva de diálogo situamos la respetabilidad; no menos importante que la anterior. Se cuenta que Voltaire se quitaba el sombrero cuando pasaba por delante de un templo. Cuando se le preguntaba, extrañados, sobre esta actitud, contestaba que “respetaba lo respetable” (López Camps 2010). El símbolo religioso no solo habla de valores trascendentes, y por tanto, con sentido para los creyentes, sino que además transmite valores humanos profundos dignos de respetabilidad y aprecio incluso para los no creyentes. No nos cabe la menor duda de que los símbolos navideños concretados en “belenes”, villancicos, escenificaciones, cabalgatas, además de su sentido cristiano, expresan experiencias humanas con una gran carga de ternura, solidaridad, amistad, paz… Valores compartidos por todas las personas con independencia de sus creencias. Asumirlos y acogerlos desde el respeto forma parte de cualquier sociedad plural, que se digne de serlo, como muestra de su diversidad cultural y religiosa. En este respeto se incluye el no lesionar los sentimientos de las personas que los veneran.
Grupo Areópago
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