El diccionario de la Real Academia Española define al líder como la persona que dirige o conduce un grupo.
Sin embargo, eso es describir una situación de hecho. Cuando en el lenguaje común hablamos de un verdadero líder no solo nos estamos refiriendo al mero hecho de ocupar una posición de mando, sino que pretendemos resaltar las capacidades de esa persona para guiar, orientar y estimular al grupo que dirige para que, trabajando en equipo, pueda alcanzar un objetivo común valioso, ya en el ámbito político, económico, social o deportivo.
Desde este punto de vista, el panorama del liderazgo político en el mundo occidental resulta hoy verdaderamente desolador. Nuestros líderes no solo parecen desconocer hacia dónde deben conducir al grupo que dirigen, sino que en lugar de estimular el trabajo en equipo para lograr el bien común lo que generan es desorientación, división y enfrentamiento.
A veces se dice que tenemos los políticos que nos merecemos. Pero en muchas sociedades heridas por el odio, la violencia y la insolidaridad han surgido históricamente líderes con capacidad para ponerse al servicio de todos y guiarlos hacia la consecución de objetivos comunes de paz, prosperidad y convivencia.
En una Europa enferma de insolidaridad y odio tras dos guerras mundiales, líderes como Churchill, Schuman o de Gasperi, entre otros, se pusieron manos a la obra para construir una Europa unida y en paz. Por el contrario, muchos líderes europeos actuales no solo no valoran ese trabajo, sino que contribuyen a generar división y a dinamitar la unidad entre los europeos, en ocasiones recurriendo a consultas y referéndums que tan solo tratan de ocultar su incapacidad como guías.
En una España que había sufrido una guerra civil y una dictadura, líderes como Suárez, González, Fraga o Carrillo supieron ponerse al servicio de sus conciudadanos para trabajar con ellos en la construcción de una sociedad para todos. Quienes ocupan hoy en España los primeros puestos políticos no solo no son capaces de entenderse entre ellos, sino que fomentan la división entre los españoles, resucitan viejas heridas, contribuyen a generar crispación y utilizan a sus conciudadanos como meros peones en su tablero de ajedrez. El objetivo no es trabajar en equipo, bajo la dirección de los líderes, para conseguir el bien común. El objetivo es que el líder mantenga su puesto a pesar de su manifiesta incapacidad para ejercerlo.
Si existen grandes líderes en el ámbito empresarial o deportivo ¿por qué no en la política? Es comprensible que el desencanto que despierta el vergonzoso espectáculo de nuestros políticos actuales desincentive a personas valiosas para decidirse a trabajar en política. Pero es imprescindible. Necesitamos líderes políticos; los que tenemos no nos sirven, se sirven.
Grupo AREÓPAGO
Deja un comentario de forma respetuosa para facilitar un diálogo constructivo