No hay palabras para expresar la repulsa y el dolor por la muerte del pequeño Mateo en la localidad toledana de Mocejón. Inimaginable es el dolor de esos padres por la pérdida de su pequeño así como el dolor de todo un pueblo donde se conocen prácticamente todos, tanto a la familia de Mateo como a la familia del joven que sesgó su vida (no es falta de cordura indicar que ambas familias son víctimas y han quedado marcadas de por vida).
Ha sido la propia familia de Mateo quien, tras pedir respeto, ha manifestado no querer venganza, sino justicia.
A veces, socialmente, el propio dolor de lo ocurrido lleva a confundir justicia con venganza y rabia con justicia, máxime cuando la víctima ha sido un niño de tan solo 11 años.
La justicia puede adoptar múltiples formas. Así, en un proceso penal, la búsqueda de la justicia implica garantizar un juicio justo e imponer penas apropiadas; si todo gira en torno a los sentimientos viscerales de castigo y encierro del condenado, cuanto más mejor, eso se parece más a la venganza que a la justicia.
En relación con la familia de Mateo, es de desear que se pongan a nivel institucional todos los medios posibles para ayudar a esta familia destrozada y que por el paso del tiempo no se les deje en el olvido.
Por su parte, la propia Parroquia de Mocejón ha arropado a esta familia con mucho cariño celebrando un multitudinario funeral por el eterno descanso de Mateo, siendo los frutos de la oración certeros para los creyentes.
En cuanto al presunto asesino hay que recordar que el Código Penal de 1995 incorpora la pena de prisión orientada a la reeducación y reinserción social del condenado, si bien la reforma del propio código (LO 1/2015) instauró la llamada pena de prisión revisable, por la que un condenado puede pasar en prisión entre 25 a 35 años. Tras dicho periodo, se valorará si el preso puede reinsertarse. Si el informe para la reinserción no es favorable, el preso seguirá recluido hasta una nueva evaluación a los dos años.
El mayor problema es el de aquellos reclusos que necesitan más esfuerzos para su reinserción, por padecer problemas psiquiátricos o adicciones graves o situaciones de desarraigo familiar, como parece que puede ser el caso del joven que sesgó la vida de Mateo, ya que en España solo existen dos hospitales psiquiátricos penitenciarios, uno en Alicante -atendido por tan solo 3 psiquiatras- y otro en Sevilla -atendido por tan solo 4 psiquiatras-, teniendo en cuenta que la población reclusa de cada uno de estos centros es cercana a las 250 personas.
Ya en el año 2020, el Comité Europeo de Prevención de Torturas recomendó tomar medidas urgentes para incrementar el personal médico en ambos hospitales, sobre todo de especialistas psiquiátricos, sin que transcurridos 4 años nadie haya tomado medidas al respecto ( www.coe.int/es/web/cp), por lo que la realidad es que, por falta de recursos, la mayoría de reclusos que deberían estar internos en estos centros, estén en una cárcel normal con apenas atención especializada.
Que un condenado se pudra en la cárcel no es justicia, es venganza. Que exista una condena justa y se preste ayuda psiquiátrica al condenado y se le intente reinsertar, es justicia. No equivoquemos nunca los términos.
GRUPO AREÓPAGO
Deja un comentario de forma respetuosa para facilitar un diálogo constructivo