El pasado 28 de septiembre pasará a la historia como el día que Canarias vivió en sus costas el peor naufragio de migrantes. Nueve cadáveres que llegaron a las costas, y la búsqueda de cincuenta y cuatro personas desaparecidas, son el triste balance de esta tragedia que ya no suele aparecer en las primeras páginas de los periódicos o pasa a ser una noticia más en los informativos televisivos y radiofónicos. Con ser un balance escalofriante, los días previos se vivieron otros dos naufragios, uno de ellos con 59 víctimas cerca de El Aaiún.
Es una tragedia recurrente que evidencia el peligro al que se enfrentan miles de migrantes en busca de una vida mejor. En este tipo de embarcaciones precarias, conocidas como pateras, los migrantes suelen navegar desde las costas de África, principalmente desde Marruecos, el Sahara Occidental y Mauritania, con destino a las islas Canarias. El viaje, que puede durar varios días, se realiza en condiciones extremadamente peligrosas debido a la falta de equipamiento adecuado, la sobrecarga de pasajeros y la poca experiencia de quienes pilotan las embarcaciones.
El último naufragio, ha conmocionado a toda la sociedad al dejar un saldo de varias víctimas mortales y desaparecidos. A pesar de los esfuerzos de los equipos de salvamento marítimo y los residentes locales, muchas vidas se perdieron en el mar.
Este tipo de tragedias pone de relieve la crisis migratoria en la región, donde miles de personas se ven obligadas a huir de sus países de origen debido a la pobreza, la violencia o la persecución política.
Como en casi todas las realidades de la vida, el conocimiento cercano de los protagonistas de estos procesos migratorios nos hace aún más conscientes de las dificultades que atraviesan hasta verse en nuestro territorio. Según el informe: “En este viaje a nadie le importa si vives o mueres” (título basado en el testimonio de una persona refugiada somalí evacuada de Libia a Níger acerca de su viaje con traficantes), elaborado por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) La mayor parte de los migrantes son víctimas o testigos de atropellos brutales a manos de traficantes, contrabandistas, milicias o autoridades estatales, que los someten a torturas impensables como quemaduras con aceite, metales ardiendo o plástico derretido; descargas eléctricas e inmovilización en posturas dolorosas, además de golpearlos, obligarlos a realizar trabajos forzados o incluso asesinarlos. Muchos de los niños que mueren en los naufragios o que vemos en brazos de voluntarios de ONG’s que les reciben en los puertos canarios, son fruto de abusos y violaciones sufridos por las mujeres en su itinerario por los diferentes países que atraviesan.
Según este informe el 47% de los casos, las víctimas informaron que los perpetradores fueron autoridades policiales, lo que derrumba la idea que los responsables no son siempre contrabandistas o traficantes.
Los horrores que sufren estos migrantes en esas rutas, parecen absolutamente invisibles.
El informe al que nos hemos referido documenta asesinatos y violencia generalizada contra personas que huyen desesperadamente de la pobreza extrema, o de la guerra.
Es urgente abordar las causas profundas de la migración en los países de origen y reforzar los mecanismos de protección para los migrantes en tránsito y adoptar políticas migratorias que realmente ayuden a las personas a conseguir un futuro mejor. Mientras tanto, las aguas del Atlántico y del Mediterráneo siguen siendo testigo de estas tragedias, que no parecen tener un final cercano y a nosotros, Tal vez a ti que lees este artículo y a quien lo está redactando, nos resuena en el corazón esta tremenda pregunta: “La voz de la sangre de tu hermano, clama a mi desde la tierra” Gn 4,10
GRUPO AREÓPAGO
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