Vivimos momentos difíciles en los que es fácil confundir lo urgente y lo importante. La presión de lo urgente acaba comiéndose el tiempo y la energía que deberíamos emplear en lo realmente importante.
El drama de la pandemia, la tensión política, la crisis económica… son realidades que se nos imponen como definitivas, reclamando una atención urgente. Desgraciadamente, todas estas preocupaciones no parecen ser pasajeras y habrá que atenderlas durante un tiempo prolongado. El peligro está en que esta atención necesaria nos haga olvidar lo importante, aquello en lo que nos jugamos la felicidad de nuestra vida.
Porque nuestra felicidad se decide en nuestra capacidad de amar y en la conciencia de ser amados y esto debe prevalecer sobre todas las urgencias. Recordemos que amar significa realmente procurar el bien del otro, no necesariamente sentir simpatía o algún sentimiento de placer inmediato.
En medio de todas las dificultades nunca faltarán signos de amor que nos vienen de los demás: de nuestros familiares y amigos, de vecinos, compañeros, de los que contribuyen positivamente al bienestar social, con su trabajo y su empeño de hacer las cosas bien, de los que se preocupan por nosotros directa o indirectamente, también de los que nos corrigen y perdonan… Tampoco faltan signos del amor providente de Dios en nuestras vidas, que no depende de nuestra respuesta, ni siquiera de nuestra atención.
Esta conciencia de ser amados es la que nos da fuerzas para corresponder igualmente, atendiendo a las personas que nos rodean como seres humanos sedientos de recibir una atención especial: deseando y procurando lo mejor para ellos, y alegrándonos al verlo cumplido.
Procurar el bien del otro requiere ineludiblemente conocerle, de forma única e irrepetible, personalmente o por referencia de otros, porque cada uno de nosotros esconde un misterio irrepetible. Ese es el objetivo del diálogo y de la amistad, conocer al otro y procurar su bien.
En medio de las urgencias de cada día, no olvidemos que lo importante son las personas, y la única actitud adecuada para tratar con personas es el amor. Incluso con los enemigos, porque desear su bien conlleva muchas veces desear su cambio de actitud.
Que lo urgente no arrincone a lo importante. Lo importante es lo que cambia el mundo.
GRUPO AREÓPAGO
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