La injusticia del mal llamado matrimonio igualitario

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El Tribunal Supremo de los Estados Unidos acaba de dictar una sentencia por la que declara la inconstitucionalidad de las leyes de diferentes Estados que prohibían el matrimonio entre personas del mismo sexo y, en consecuencia, legaliza la posibilidad de celebrar en todos ellos matrimonios de gays y lesbianas en igualdad de condiciones que las personas heterosexuales.

Las reacciones de júbilo no se han hecho esperar. Entre otros, el propio Presidente, Barack Obama, ha manifestado en relación a esta cuestión que “cuando todos somos tratados igual, somos más libres”.

Se obvia con ello un principio básico del Derecho –y del sentido común–: no puede tratarse igual lo que, en esencia, es diferente. O, dicho de otra manera, equiparar el matrimonio entre homosexuales al matrimonio entre un hombre y una mujer no es construir la igualdad, sino llevar a cabo una falsa imitación que elude dos grandes diferencias derivadas de la ley natural: la complementariedad física y la capacidad para procrear.

El respeto a la naturaleza del ser humano.

El matrimonio entre hombre y mujer es el modelo originario de unión, el núcleo esencial de la célula básica en la que se funda toda sociedad: la familia. Lo ha sido así desde que el hombre y la mujer son hombre y mujer. Incluso el Derecho Romano, el más avanzado de los Derechos de la antigüedad, lo definía como la unión de un hombre y una mujer que implica una comunidad de existencia. La razón nos permite identificar su importante contribución al bien común: la sociedad debe su supervivencia a la familia, fundada sobre el matrimonio. Los creyentes, además, consideramos que Dios creó al ser humano, como hombre y como mujer, a su imagen y semejanza, e instituyó el matrimonio como consorcio de vida y amor.

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Nada justifica que se obvie la propia naturaleza del ser humano y se produzca una equiparación total entre este tipo de uniones y el matrimonio entre hombre y mujer. Ello supone redefinir el concepto de matrimonio y, en consecuencia, devaluar el prototipo en beneficio de la imitación. Tratar igual lo que es diferente sí es verdaderamente discriminatorio.

Grupo AREÓPAGO

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