De hidalgos a instagramers

Sin ser una caracterización exclusiva de nuestro país y sin estar sujeta con exactitud a un tiempo y un espacio concreto, sin ningún género de dudas fue Miguel de Cervantes en su obra ¨El Quijote¨ el que mejor define la figura del hidalgo. En la sociedad estamental del siglo de oro el hidalgo es por nacimiento una persona de linaje inferior a la nobleza, pero sus ansias de pompa y boato le llevan a adoptar aptitudes de la misma, independientemente de la situación económica que posea. Así, es común la imagen del hidalgo famélico que oculta sus penurias bajo un velo de ostentación y magnificencia. Como seña de identidad aquello que denominaron ¨honra¨, como objetivo, la salvaguarda de las apariencias.

Es posible que pueda parecernos que los estándares sociológicos del siglo XVII están más que superados, al fin y al cabo, inscritos como estamos en pleno siglo XXI, comportamientos y actitudes de tal índole se nos muestran más como restos arcaicos que como rasgos de carácter contemporáneos. Aun así, nunca está de más echar un vistazo a todo lo que nos rodea para mantener una mirada crítica al respecto, y para ello lo único que necesitamos es centrarnos en el objetivo, esto es, la apariencia.

Con toda seguridad, los siglos que han trascurrido hasta nuestros días nos hayan transformado en la forma, pero no así en el fondo, y la búsqueda de las apariencias tan importante en aquellos días sigue siéndolo hoy en día tanto o más, a lo que hay que sumar una estupenda plataforma de elaboración de la misma; las redes sociales. Facebook, Instagram, Tik Tok. A través de ellas, todos mostramos nuestra mejor versión, todos viajamos a destinos originales y exóticos registrados en fotografías que colgamos al instante, todos acudimos a eventos y tenemos vidas ricas y plenas de felicidad y regocijo, no existen momentos malos, la tristeza de ha borrado de nuestra existencia y nuestra seña de identidad ya no se llama honra, simplemente ¨postureo¨, una actitud impostada en la que en la mayoría de los casos únicamente hay presunción.

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Sería un error caer en el fatalismo y considerar estos instrumentos de comunicación como dañinos ¨per se¨, no es verdad, sus funciones son múltiples y no debemos menospreciarlas. El problema surge cuando el uso se desvirtúa y se convierte en un escaparate irreal de vivencias y sobre todo cuando las nuevas generaciones lo están asumiendo como una forma natural de interconexión. Sin temor a equivocarnos, gran parte de los desajustes psicológicos que reinan hoy en nuestra sociedad parten del uso, abuso y mal uso de las denominadas redes sociales.

Es posible que no nos sirva de consuelo, pero no debemos olvidar que no hay nada nuevo bajo el sol. Ayer caminábamos por los mentideros de la corte con sombrero y espada, hoy colgamos una foto en un hotel relevante y una playa de ensueño. Ayer éramos ¨hidalgos de los de lanza en artillero y rocín flaco¨, hoy ¨instagramers con iPhone último modelo¨. No importa lo que se sea, únicamente lo que se parece.

GRUPO AERÓPAGO

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