La naturaleza humana conlleva un deseo visceral de proteger lo que ama; cuánto más a los hijos. Se lleva inscrito muy dentro y desata la pasión.
Esta base pulsional facilita enormemente a tarea de ser padre. Tarea que se cuenta entre las más excelsas del ser humano. La paternidad está llamada a combinar cotidianamente las facultades más profundas del hombre: alma y cuerpo, ente y corazón, instinto e inteligencia. Así el hombre se desarrolla como persona ejerciendo su paternidad y el hijo elabora el miedo al peligro desde la serenidad de su padre.
Una dificultad muy frecuente que encuentran los padres consiste en las mentiras de los hijos. Resultan muy dolorosas porque presentan una discrepancia entre el instinto y la razón. ¿Por qué sucede? ¿Qué se puede hacer?
A medida que los hijos crecen pueden “protegerse” tapando sus errores con mentiras. Activan predominantemente el instinto de protección más que la confianza en la resolución de problemas. Esto es lógico, ya que en su proceso de maduración necesitan un tiempo y una experiencia para llegar a ser plenamente responsables, facultad de la que están en proceso Captar las consecuencias de las propias acciones requiere experiencia y luz.
Que un hijo pueda equivocarse no debería asustar a un padre. Ningún error es tan catastrófico porque todos tienen solución. Incluso los errores más graves. En estos casos, proteger a un hijo pasa por ayudarle a actuar con responsabilidad Y esto requiere dedicación, prudencia, escucha, verdad. El instinto busca luz, y la luz guía el instinto.
Que un hijo aprenda a vivir en la verdad es el único modo humano de protegerle del terror de la arbitrariedad de un mundo que tantas veces se deja llevar por instintos ciegos y aplica la razón para justificar mentiras.
GRUPO AREÓPAGO
Deja un comentario de forma respetuosa para facilitar un diálogo constructivo