Proliferan en estos días declaraciones de distintos líderes de partidos políticos y de representantes de los ciudadanos sobre temas de gran calado, fundamentales para el futuro de nuestro país. Se puede apreciar en sus palabras una clara falta de coherencia en los planteamientos: selección sesgada de ejemplos para argumentar sus posiciones, fundamentos que se aplican en un caso y no en otros según convenga, desprecio de los argumentos de quienes no comparten sus ideas, ocultamiento de la gravedad de los errores cometidos y ensalzamiento de los ajenos. Ello, con independencia de la verdad que puedan representar las posiciones del contrario y de la falsedad de las propias. Todo es relativo; no existe ninguna verdad.
Paradójicamente, las afirmaciones, planteamientos e ideas propias se presentan como la verdad absoluta, totalmente irrefutable; frente a ellas no cabe si quiera discusión.
De este modo no sólo se hace imposible el diálogo y se engaña conscientemente a los ciudadanos, que somos utilizados como meros instrumentos al servicio de los intereses partidistas; peor aún, se abusa de la representación concedida al buscar con el ejercicio de la misma el bien particular y no la construcción del bien común. La consecuencia de ello resulta evidente: la política se convierte en algo despreciable, el sistema democrático de tambalea, la sociedad queda dividida.
Ninguno de nosotros podemos permanecer al margen de esta situación, pues está en juego la libertad y el auténtico progreso en bien de todos. Hemos de ejercer nuestra condición de ciudadanos de modo crítico y responsable; en la medida de nuestras posibilidades, debemos comprometernos con la realización del bien común. La justicia, el bien y la búsqueda de la verdad es responsabilidad de todos.
Grupo AREÓPAGO
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