“Donde dije digo, digo Diego” es una expresión popular que está poniendo de moda en estos tiempos que corren con los pactos políticos en España. Ya sabemos que las palabras de los representantes de los partidos políticos han ido cambiando de la noche a la mañana, lo que lleva a plantearse la validez de las palabras y de los discursos ofrecidos. Todo va en función de los intereses personales o del partido, porque las palabras tienen un sentido u otro, en virtud de lo que se ofrezca. Y es que ya lo ha dicho recientemente un diputado catalán en el Congreso de los Diputados “al final la política es cabalgar contradicciones”.
El valor de las manifestaciones verbales últimamente está cuestionado y hace plantearse la credibilidad de las mismas y de las personas que las dicen. Pueden darse varias posibilidades. Se puede dar una palabra para formalizar un acuerdo verbal, un compromiso, una promesa y mantenerla hasta el final sin cambiar de opinión, lo que demuestra que se es una persona confiable, honesta y creíble. O por el contrario se puede decir que sí o que no y de repente incumplir con lo que ha dicho, demostrando que se es una persona desconfiable y poco creíble, entre otras cosas.
Siempre se ha dicho que antes de hablar es importante pararse, reflexionar y pensar lo que se dice porque las consecuencias que pueden tener los argumentos esgrimidos pueden ser unas u otras. Y más nuestros políticos que se someten a la presión externa y mediática. Menos mal que todo se conoce, hasta lo que no nos gusta. Lo que se conoce como la implacable hemeroteca, funciona y muy bien. Es fundamental dar valor a las palabras y por respeto a quien tienes delante, ser formales, creíbles, coherentes y con valores, que por desgracia se han perdido. ¡Qué ejemplo están dando nuestros representantes políticos con los continuos cambios de criterio!
GRUPO AREÓPAGO
Deja un comentario de forma respetuosa para facilitar un diálogo constructivo