Nuestra mente nos engaña

Todos confiamos demasiado en nuestros pensamientos y, de forma automática, les damos un valor de veracidad que no tienen. Está más que demostrado que las personas nos sentimos incómodas si no encontramos sentido a lo que hacemos y por eso casi siempre nos cuesta reconocer que nos equivocamos y, en algunos casos, llegamos a justificar en nosotros como bueno, lógico y normal lo que en otro momento no nos lo parecería, o lo que a otra persona no consentiríamos.

Por otro lado, un estudio reciente nos confirma algo que ya se sabía y es que la mentira continua y realimentada nos hace cada vez más permisivos con el engaño, especialmente cuando es en beneficio propio, es decir, nos mueve una finalidad egoísta. A nivel neurológico se demuestra que la sensibilidad del cerebro a la propia inmoralidad, a los propios comportamientos inmorales, disminuye por la repetición de actos deshonestos de tal manera que lo que en principio sería una mentira se va transformando en mayor número de engaños, siempre y cuando este comportamiento no tenga consecuencias negativas para nosotros.

Si unimos esto a la necesidad de aceptación por parte de los demás de nuestra identidad puede llevarnos a entender, en parte, la gran mentira de la ideología de género que últimamente se concreta en querernos adoctrinar e inculcar sobre las “identidades trans”.

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De primeras parece que identidad y trans son conceptos contrapuestos, pero, en un contexto de preponderancia del relativismo y de rechazo de verdades objetivas, se busca tranquilizar conciencias explicando que una cosa es el género asignado (el sexo que anota el médico en el parte de nacimiento tras observar nuestro cuerpo) y otra cosa es lo que “uno mismo siente”, que puede o no corresponder con lo que el médico ve -y, con él, todos los demás-.

Los defensores de esta ideología entienden que el sentimiento personal y subjetivo se puede disgregar de la biología objetiva. De este modo, dicen que se es hombre o mujer si te identificas como tal independiente de tu cuerpo. Sentir esta desintegración personal, incluso a partir de los 4 años, es lo que definen como ser trans. Y con ello, se siembra la duda en nuestra mente, haciéndonos cada vez más vulnerables.

Hemos pasado de tener que formar nuestra conciencia para no engañarnos a nosotros mismos a tener que luchar también contra la conciencia colectiva que también se engaña a si misma.

Grupo Areópago

 

 

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