Firma invitada: Un juez, convertido en testigo, entre el Papa Francisco y las mujeres separadas por Don José Antonio Martínez, vicario judicial de la Archidiócesis de Toledo

Jesucristo, juez misericordioso, es el título del Motu proprio que el Papa Francisco aprobó en el año 2015 y entró en vigor en el día de la Inmaculada de ese mismo año. Jesucristo, el Buen Pastor, que guía a su rebaño con desvelo, misericordia y con amor, nos ha entregado su Espíritu Santo para que, en su nombre, también nosotros seamos espejo de su caridad pastoral, misericordiosos con los más pobres, acercándonos al sufrimiento de tantas personas, como aquel samaritano que se acercó al malherido en el camino de Jericó. Ese Espíritu Santo ha sido derramado en los Apóstoles y en sus sucesores. Especialmente está presente con su acción misteriosa en los pastores de la Iglesia y, como no, en el que hoy es sucesor de Pedro, el Papa Francisco.

El lunes 26 de junio, por esos misterios que tiene la Providencia, el Papa Francisco invitó a un grupo de mujeres separadas y divorciadas, que forman parte del Grupo de Santa Teresa de Toledo, a tener un encuentro privado en su casa, en Roma. Por la relación estrecha en trabajo pastoral entre la Delegación de Familia y Vida y la Vicaría Judicial, fui invitado a acompañar a este grupo teniendo  la oportunidad de poder exponerle al Santo Padre el trabajo que estamos haciendo conjuntamente.

Así fue: al tiempo que le agradecíamos al Santo Padre su amabilidad para con nosotros, su magisterio tan acertado y lleno de caridad pastoral hacia las familias, le expuse brevemente el camino que hemos recorrido estos años. Una primera parte fue mostrar el trabajo previo que algunos sacerdotes preparados específicamente para ello hacen acogiendo a las personas que solicitan iniciar el proceso de declaración  de nulidad de su matrimonio, a lo que se suma la ayuda inestimable de la Delegación de Familia, los COF´s, y grupos como éste de Santa Teresa. Después hablamos del seguimiento que hacemos durante el proceso y, por último, en concordancia con la pastoral judicial expuesta en el Magisterio pontificio, el período de acompañamiento posterior a la sentencia. Le conté al Santo Padre que, una vez declarado nulo el matrimonio, le hacíamos entrega personal de la sentencia a los cónyuges, explicándoles las razones por los que se llega a la parte dispositiva o resolución judicial; al tiempo que se les ofrecía el amplio programa de actividades pastorales que la Archidiócesis de Toledo lleva a cabo con los matrimonios y las familias, animándoles a integrarse en los grupos parroquiales familiares; y, en los casos en los que los esposos tengan impuesto  un veto y tienen intención de contraer nuevas nupcias, también les proponemos participar en un curso prematrimonial específico, acompañados por un matrimonio y un asesor psicológico que les acoge y les hace profundizar en determinados temas con miras al nuevo matrimonio.

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El Santo Padre se interesó mucho por ello, comentó algunas anécdotas acerca del Motu proprio, así como del proceso breve ante el Obispo, confesando que él mismo había firmado el primero en la Diócesis de Roma, de la que él es su Obispo, claro está. También comentó la necesidad de preparar ministros para el Tribunal, a lo que D. Braulio le comentó que en Toledo llevamos tres años haciendo un curso para expertos en derecho matrimonial canónico al que asisten abogados y psicólogos.

Considero que este encuentro significa mucho para el rumbo que actualmente tiene y debe proseguir nuestra Vicaría Judicial. El ministerio de la justicia, que brota de la tria munera que el Obispo diocesano tiene por su consagración episcopal, no es simplemente el ejercicio y la puesta en práctica de los cánones del Código de Derecho Canónico y en la legislación posterior, sino que, del mismo Código y del espíritu del supremo legislador, brota el talante y la caridad pastoral con la que el Obispo, juez y médico, debe tratar estos asuntos –tan delicados y dolorosos la mayoría de las veces-,  así como los ministros que en su nombre ejercen la justicia en los tribunales eclesiásticos. El ministerio de la justicia no está desligado de la caridad pastoral; estamos hablando de una auténtica pastoral judicial, y así se deduce y asegura por las mismas palabras del Papa Francisco en sus comentarios durante nuestra visita.

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Además, el Papa Francisco, aludiendo a la Exhortación apostólica Amoris Laetitia, subrayó los cuatro principios que deben regir el trato pastoral a los  matrimonios en dificultad: acoger, acompañar, discernir e integrar. Nuestra Vicaría Judicial, a través de los sacerdotes y abogados que se han preparado para ello, ofrece este ministerio de acogida y de escucha a aquellas personas que desean poner en manos de la Iglesia su matrimonio con el fin de buscar la verdad acerca de su sacramento. Hoy podemos decir que estos sacerdotes se encuentran en las Vicarías territoriales y acogen  a todos aquellos que piden información y exponen su situación matrimonial, dedicándoles muchas las horas con detenimiento y paciencia. Al tiempo, esto está suponiendo un empeño ineludible en el acompañamiento de los que inician el proceso, especialmente a través de los letrados y peritos psicólogos, los cuales son muy conscientes de la responsabilidad eclesial que asumen cuando intervienen en el proceso de declaración de nulidad matrimonial. La etapa propiamente judicial que culmina en la sentencia -positiva o negativa-, supone un discernimiento responsable para todos los ministros del tribunal, así como una sana tensión para los que, desde la pastoral matrimonial, acompañan a los esposos, les alienta y les ofrecen los grupos en los que pueden integrar sus dificultades y sus debilidades, suponiendo un verdadero ministerio de sanación donde encuentran el rostro maternal de la Iglesia.

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No se me escapa que desde esta perspectiva la acción pastoral que la Vicaría Judicial puede ejercer no se circunscribe exclusivamente al ámbito procesal, sino que el horizonte se amplía a todos aquellos ámbitos eclesiales donde se pueden encontrar el dolor de la ruptura matrimonial, ofreciendo así un instrumento para llegar a la sanación y a la curación, haciendo siempre prevalecer la verdad y la justicia, atemperada con la misericordia.

Concluyendo: el campo que desde el Magisterio pontificio se nos abre en este sector particular de los matrimonios en dificultad y de la repercusión que esto tiene en el resto de la familia (hijos, padres, abuelos, hermanos, etc.), es amplísimo; la mies abundante y necesitamos obreros para trabajar en esta parcela del Pueblo de Dios. Es entusiasmante, pero duro y urgente. La recompensa: el Señor es buen pagador,… algo ya nos ha llegado: el abrazo del Papa Francisco, sus palabras, su cariño y su aliento.

 

¡¡¡Gracias, Santidad!!

Don José Antonio Martínez García

Vicario Judicial de la Archidiócesis de Toledo

Grupo Papa y Mujeres Separadas

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