Eutanasia y pena de muerte

Eutanasia y pena de muerte presentan paralelismos que merecen atención porque llevan a merecer un juicio similar. Es sorprendente la defensa de la eutanasia por aquellos que, al mismo tiempo, rechazan la pena de muerte.

La pena de muerte se aplica a un delincuente condenado por asesinato, tras un juicio celebrado con todas las garantías procesales y con la sentencia de un juez. La eutanasia se aplica a un enfermo terminal, tras un dictamen médico y el consentimiento del sujeto o de la familia. El juicio legal y el dictamen médico se suponen profesionalmente competentes, más dudas nos puede provocar la emisión de la sentencia. En el primer caso es un juez profesional, que se le supone afectivamente imparcial ante el caso y sujeto a mecanismos de revisión (recursos, apelaciones…); sin embargo, en el caso de la eutanasia, uno mismo se convierte en su propio juez (práctica, en general, poco recomendable) o, en su defecto, la familia, que es claramente parcial en cuanto a su implicación afectiva. Normalmente, en la eutanasia no se contemplan mecanismos de revisión. Parece, por tanto, que la pena de muerte tiene muchos más argumentos de justicia que la eutanasia.

Un gran inconveniente de la pena de muerte es su irreversibilidad, porque un error judicial, si el condenado ha sido ejecutado, no puede corregirse más allá de la reparación moral de su memoria. En el caso de la eutanasia, la perspectiva no es mejor. Un episodio de depresión, soledad o desesperanza puede llevar a un enfermo a desear la muerte intensamente y, días, semanas o meses después, descubrir la belleza de la vida aun desde la enfermedad. Casos que verifican este comportamiento no faltan. Además, hay que contemplar el error en la valoración médica, ¿cuántas veces se diagnostica una muerte inmediata y luego el enfermo remonta y vive durante años?

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No hay argumentos que mejoren el valor de justicia de la eutanasia frente a la pena de muerte. Si se rechaza la segunda, hay que rechazar la primera.

En el fondo, la razón fundamental para rechazar la pena de muerte es que no es necesaria (hoy en día se puede prevenir el crimen con otros métodos) y es injusta (ninguna vida humana es descartable). Para la eutanasia se pueden aplicar los mismos argumentos. Por cierto, cambien eutanasia por aborto y verán que todo lo anterior es igualmente aplicable.

GRUPO AREÓPAGO

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