Caminando a cuestas con la Ley de Eutanasia

Han transcurrido ya unos meses desde que el 25 de junio de 2021 entró en vigor la  Ley Orgánica 3/2021, de 24 de marzo, de regulación de la eutanasia (LORE).

Una parte de nuestra sociedad sigue considerando esta ley como un gran avance social para España. Una vecina de Durango de 86 años de edad ha sido, según los medios de comunicación, la primera persona en España en acogerse a esta ley y terminar con su vida.  La muerte ocurrió el 23 de julio, dos días antes de que la ley cumpliera un mes desde su entrada en vigor.

La expresión que utilizó su hijo ante los medios de comunicación para justificar el acto eutanásico fue que su madre “se estaba apagando y no era persona”.

¿Puede un hijo afirmar que cuando una madre sufre y ante el avance de la enfermedad aquella ya no es persona? ¿El ser dependiente y vulnerable deja de ser persona?

La enfermedad y el sufrimiento evidencia la vulnerabilidad del ser humano. Como sostenía el filósofo Robert Spaeman, la situación de dependencia del ser humano es oportunidad para el hombre de profunda humanización y encuentro con el otro.

Le entrada en vigor de la ley de la eutanasia ha ocasionado también la absolución del esposo de Mª José Carrasco, al haber retirado la fiscalía la acusación mantenida hasta este momento contra aquel, al aplicarle  ahora con carácter retroactivo la modificación del Código Penal introducida por la ley de la eutanasia, entendiéndose que el actuar de este hombre que ayudó a morir a su esposa afectada de esclerosis múltiple ya se encuentra dentro de un supuesto legalmente amparado por la ley  y por tanto, exento de condena.

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Es claro el adoctrinamiento social que se pretende con estas leyes y noticias: que los ciudadanos entiendan y den por bueno aquello que destruye al ser humano, en definitiva, una equiparación entre ley y moral que en muchos supuestos no es viable.

Es preocupante ver que el camino que estamos recorriendo quiere conducir a que el corazón humano no sepa distinguir entre el bien y el mal: muchos pensarán que si la ley me ampara, el optar por recurrir a que se me aplique la eutanasia será un acto bueno y estará bien.

En relación a la fase final de la vida, a menudo vivimos como si no fuéramos a morir nunca y por ello anestesiamos la realidad de la muerte y del sufrimiento.

La persona vale mucho más que su sufrimiento y el sufrimiento no aniquila a la persona, aunque la vigente ley de la eutanasia aniquile a la persona en base a argumentos compasivos; Hay personas que ante el sufrimiento salen fortalecidas y otras que se cierran en ellas mismas y entran en una espiral de rencor y amargura. Por ello urge ahondar en la propia experiencia personal acerca del sufrimiento y ayudar al otro a encontrar el sentido de su sufrimiento para lo que hay que poner en juego la capacidad de consolar, escuchar, acompañar…

Pero los católicos estamos llamados a dar un paso mas desde la antropología cristiana: levantar la mirada a todo un Dios que entra en mi sufrimiento. Jesucristo no me quita el sufrimiento, pero lo transforma y le da un valor de redención. Solo cuando adoptamos esa postura sobrenatural hacemos una experiencia de purificación que nos lleva a madurar y crecer en Fe, Esperanza y Caridad.

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GRUPO AREÓPAGO

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